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Les Piragües son para los piragüistas

Seis campeones del Descenso del Sella abogan por una vuelta a las esencias y el fortalecimiento de la prueba deportiva

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Reunión de algunos de los ganadores absolutos del Descenso Internacional del Sella en Ribadesella

La Fiesta de Les Piragües tiene que ser, sobre todo, la de los piragüistas. Así lo entienden, al menos, la media docena de ganadores del Descenso del Sella, que LA NUEVA ESPAÑA reunió ayer junto al puente de Ribadesella, que los seis cruzaron alguna vez en primer lugar. Todos conocieron un Sella diferente al actual, en el que la prueba deportiva ha dejado de ser lo más importante para la mayoría de los asistentes. La llegada de uno de los clásicos, Juan Manuel Feliz, a la presidencia del comité organizador (CODIS) abre una puerta a la recuperación de las esencias y a una mayor atención a los palistas.

Juan Manuel fue el segundo Feliz en inscribir su nombre en el palmarés del Sella. Lo hizo en 1968, nueve años después que su primo Juan Miguel. Y para colmo sus compañeros de K-2 se llamaban José Gutiérrez. Ahí se acaban las semejanzas porque el éxito de los campeones de 1959 llegó un poco por casualidad. "Yo sólo entrenaba de mayo a agosto", precisa Juan Miguel Feliz, que se dedicaba a jugar al fútbol en invierno. Además, en un entrenamiento a dos días del Descenso, el K-2 de Feliz y Gutiérrez, ya fallecido, se rompió y tuvieron que buscarse la vida para conseguir otro barco, con el que cruzaron la meta en primer lugar.

El momento de gloria del otro Gutiérrez, conocido como "Pepón el Barqueru", no sorprendió a nadie porque él y Juan Manuel Feliz eran los grandes favoritos: "En el 66 ya habíamos acabado terceros y en el 68 ganamos catorce carreras", explica José Luis Gutiérrez sobre aquella pareja invencible que formó con el actual director del CODIS. Feliz y Gutiérrez eran tan superiores que se sobrepusieron a una desastrosa salida y, tras alcanzar a una pareja de austriacos hacia el kilómetro 10, ganaron con treinta metros de ventaja. "Lo celebramos durante toda la noche en Ribadesella", apunta "El Barqueru".

Tuvieron que pasar 28 años para que una pareja de riosellanos volviera a subirse a lo más alto del podio del Descenso. Fue gracias a la conexión de dos palistas complementarios, ya que Monchu Cerra estaba acostumbrado a las largas distancias, además de conocer el Sella al dedillo, y Alberto Llera aportaba la explosividad de los especialistas en la pista. "Me junté con Monchu Cerra al quedarme fuera del equipo olímpico que participó en Atlanta-96", explica Llera, que añade: "Nos acoplamos bien y lo preparamos de la mejor manera, pero tampoco dos meses como hacen ahora".

El sorteo les mandó casi al último puesto de los cabezas de serie, por lo que les tocó remontar. "Llegamos a la ría con otras tres piraguas y ahí nos vino muy bien la velocidad de Alberto", expone Cerra, que puede explicar mejor que nadie lo que supone el Sella para los que crecen en su orilla: "Ya había ganado en K-1 en 1993 y después del triunfo absoluto en el 96 pensé que sería fácil conseguir más. Pero llegamos en 1997 más presionados que nunca y lo dejé en el año 2000 sin volver a ganar".

Cerra y Llera se entendieron muy bien en la piragua y ahora coinciden en que el Descenso del Sella necesita volver a sus raíces. "Les Piragües perdieron su autenticidad. Mis amigos venían desde Arriondas siguiendo el Descenso subidos en un tractor y no pasaba nada. Aquello era un caos bien organizado y ahora manejan a la gente como corderinos", señala Llera. Cerra incide en el aspecto deportivo: "Hay que dar facilidades a los palistas. Esto se ha desmadrado tanto que vienen menos españoles porque no encuentran sitio para dormir a un precio asequible".

Monchu Cerra pone la voz de la experiencia en las retransmisiones televisivas del Descensod el Sella desde hace 16 años. Con familia materna en Arriondas y paterna en Ribadesella, el ganador de 1996 es un observador privilegiado de la evolución de una prueba conocida en todo el mundo. Por eso apoya la decisión de los nuevos dirigentes del comité organizador de dar más protagonismo a los campeones históricos, en el desfile previo y en la entrega de premios, y pide una vuelta de tuerca en el CODIS: "El Sella tiene que depender de una sociedad grande, integrada con socios que paguen una cuota y que pidan cuentas porque el Descenso mueve mucho dinero".

Juan Ramón González, "Monotos", es un candasín afincado en Luanco, pero le duele este Sella más que a nadie. Quizá porque en un momento de su vida, cuando estaba en la plenitud de su carrera deportiva, el Descenso era lo más importante para él. "Se me ponen los pelos de punta cuando recuerdo lo que sentía al entrar en la ría", explicaba ayer Monotos desde el Paseo de los Campeones, donde figura su nombre junto al de Antonio Soto por su victoria en 1993. Es la más recordada, pero no la única porque también ganó tres veces en K-1 y repitió en veteranos.

Monotos recuerda aquel sábado de agosto de 1993 como si fuera ayer: "De aquella estaba trabajando en Santander y empecé a remar con Ton Soto porque éramos del mismo club, el Sirio. Andábamos muy bien, pero nos dieron guerra unos portugueses. Yo sabía que la clave era pasarlos antes de llegar a la ría. Lo conseguimos y, a partir de ahí, no sé de donde sacamos las fuerzas. Como iba a popa, cada vez que veía que se acercaban animaba a Ton. Mucha gente se hundía al entrar en la ría, pero yo me transformaba. Siempre dije que era como si saliese una mano mágica del agua que empujaba la piragua".

Fue tanto el entusiasmo que Monotos sintió por el Sella que, una vez que colgó la pala, estuvo muchos años sin asistir al Descenso porque no lo reconocía: "Yo vivía el Sella durante todo el año, pero después no me gustó el rumbo que tomó. Por una mala dirección estuvo mucho tiempo de capa caída. Y no lo digo sólo yo, hay mucha gente que opina lo mismo. Por eso es tan importante que al frente del comité haya alguien que haya mamado el río, como parece que pasa ahora".

"Hay que dejar trabajar a Feliz", añade Monotos, que apunta alguno de los aspectos a mejorar por el nuevo presidente: "Ha bajado el nivel de los palistas extranjeros respecto a mi época, aunque también es verdad que ahora los españoles están entre los mejores. También estoy en contra de la contrarreloj porque se pierde toda la emoción". De todas formas, el candasín reconoce que hay aspectos que se escapan a la capacidad de los organizadores, como las características del escenario: "Ahora el Sella es una pista. El río ya no tiene la agresividad de mi epoca, cuando estaba lleno de sequeras y rabiones. La gente se apelotonaba en el rabión del Diablo porque se rompían las piraguas".

Monotos, que apenas celebrabalas victorias en el Sella compartiendo la comida con los amigos en Llovio, lamenta que Les Piragües sea sinónimo de borracheras y otros excesos en los últimos tiempos. Juan Manuel Feliz cree que esto último está en vías de solución: "Los problemas con el alcohol y el botellón han bajado mucho desde que el Descenso no coincide con el Aquasella. Antes era un ambiente mixto porque venían miles de personas que no se enteraban de lo que pasaba con las piraguas".

Feliz ha puesto la primera piedra para un mayor protagonismo de los deportistas con la invitación a que los campeones históricos participen en el desfile previo a la salida por Arriondas. "Muchos ya me confirmaron que iban a venir, como Herminio Menéndez". El presidente del CODIS también quiere revitalizar la comida en Llovio como punto de encuentro de los palistas y familiares. Una vez pasado el Descenso del sábado, que cumple su 80ª edición, se planteará otros aspectos, como la figura jurídica del comité organizador: "Ahora somos un club deportivo básico y estamos estudiando las ventajas que supondría convertirnos en un patronato".

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