Del mismo modo que Luis David Adame, bendecido por Dios y por la virgen de Guadalupe con el don del temple y otros atributos que van a pares, desafía a las figuras del toreo que le precedieron. Igual que el joven mexicano sigue la estela de los grandes del toreo, y por su concepto deja claro que la pasión por los toros se transmite de padres a hijos y entre hermanos. De la misma forma y, no sin osadía, este Praderito II te recuerda al comenzar esta feria que tanto has disfrutado, añorado Ladis, y que ahora se encuentra algo más huérfana sin tu seguimiento, aunque los últimos años fuera a través de LA NUEVA ESPAÑA.

Y sin dar caña porque no hay coña te cuento que vino a esta tierra un torero mexicano para arrollar a la competencia ibérica. Aunque quizás ya lo sepas si has tenido oportunidad, por allá, de "platicar" con Gaona, Silverio o Arruza que a buen seguro vibran y se enorgullecen de que aquel camino que recorrieron ahora lo engrandezcan los Adame.

Porque Luis David, a pesar de su clarividencia para dominar el sitio y administrar los tiempos, guía su mirada, al final de cada tanda, hacia su hermano Joselito, ayer en el callejón. Igual que lo hizo "El Gallo" con su abuelo Pedro, infatigable seguidor de su nieto. Esa sabiduría, el legado que transmiten los mayores a los pequeños, es el boca a boca que engrandece esta fiesta a la que le ha salido otro aspirante al trono.

Adame logró cortar otras cuatro orejas en la primera de abono, ocho en total en su dos paseíllos en El Bibio. Más madera, que diría otro coñón como Groucho. Su recibo de rodillas con una larga cambiada fue el preámbulo a un abanico de quites donde alternó cordobinas y chicuelinas con mayor protagonismo en los tendidos que el empaque de sus verónicas. Con el péndulo, que llaman por México, inició la faena de muleta donde, con pasmosa lentitud, comenzó a hilvanar los muletazos por el buen pitón derecho. Ni se inmutó con los golpes de Eolo aunque en ocasiones tuviera al estaquillador como único trozo de tela en la cara del toro.

La faena iba tomando altura a pesar que la música acompañó con tres tandas de retraso. Adame puso melodía con la tela a la sinfonía que con mando y ligazón componía, embebiendo en su muleta la noble embestida del novillo al que remató por bernadinas exponiéndose al máximo. Tras un espadazo a ley llegaron las dos orejas. Y hubo más, después de ir a la enfermería para recibir dos puntos de sutura en la mano izquierda tras cortarse con el estoque.

Las mecidas verónicas al que cerró plaza llevaron el broche de un media de cartel. Prosiguió con un galleo por chicuelinas para colmar en aplausos a El Bibio en un quite por zapopinas de mano baja que a este lado del Atlántico llaman lopecinas. Media docena como seis soles.

Volvió a brindar al público y citó en largo al novillo que con viveza acometió a los vuelos de perfecto trazo que con cabeza privilegiada mandaba Adame. El novillo cosido y la muleta completaba el final del viaje de la embestida que vació en un remate con un trincherazo de olé rotundo. Al natural siguió con el mismo anclaje de zapatillas pero pronto volvió a la diestra para atracarse de toro en el toreo en redondo. El pase de las flores inició la cuarta tanda por el derecho y unas manoletinas ajustadas dejaron escrito el destino de otras dos orejas que corroboró un espadazo atravesado pero efectivo. Pide a gritos su alternativa y a tal punto llega su condición de posible figura que hasta indicó que sacasen al mayoral de Zacarías Moreno en hombros.

Un triunfo compartido que igual molestó a sus compañeros al pechar ellos con peor lote. Peor suerte tuvo el conquense Aitor Darío "El Gallo", quien trenzó el paseíllo acompañado tan sólo de dos subalternos al indisponerse el tercero de la cuadrilla. Un lugar que ocupó, entre otros, Fernando Sánchez a quien siempre es un lujo ver con los rehiletes.

El clasicismo, sin agobios, en el planteamiento de faena de "El Gallo" chocó con la sosería de su lote. El primero tomó con entrega los tres naturales en que le obligó. La historia no pasó de ahí por falta de transmisión. Sí rescatar una ejecución perfecta de la suerte suprema que igual motivó que asomasen los pañuelos. Con el cuarto, castaño de capa y cuyas fuerzas quedaron mermadas después de una voltereta, se eternizó en un trasteo deslucido de largo metraje que diría José Luis Perelétegui.

Pablo Aguado, sonriente novillero sevillano, protagonizó un laureado inicio por estatuarios en el segundo de la tarde antes de descalzarse para torear más cómodo. Lo logró al natural, por el pitón izquierdo, ofreciendo el pecho. Lo mejor llegó al final con unos ayudados por alto bonitos y cargando la suerte que inclinaron la balanza para concesión de la oreja. Al quinto lo recibió con tres faroles de rodillas pero una infame lidia convirtió al encastado novillo de embestida distraída en un ejemplar desagradecido y con genio al que ni siquiera templó el inteligente inicio genuflexo de Aguado para centrar su embestida. Se pasó de faena, sonaron los avisos y llegaron los nervios antes de acertar al descabello.

Y esta tarde, otro Adame. Joselito. Don José para los taurinos. Esta vez, Ladis, no tendrás que esperar dos días para leerlo.