"Los tatuajes no son una moda, llegaron para quedarse". Maurizio Antonucci, dueño del estudio de tatuajes Cúbico, en Oviedo, lo tiene claro. Tras 22 años tatuando, afirma haber visto pasar decenas de modas, pero siempre existe una nueva a la vuelta de la esquina. "Lo que más se lleva ahora es el realismo y, paradójicamente, el surrealismo. Es decir, cosas que no tienen mucha relación, pero cada detalle muy bien elaborado. También tatuajes tipo collage, e imitar otras técnicas, como la acuarela, el pincel o el carboncillo", asegura, aunque hace especial hincapié en que es complicado encontrar un patrón común: "tengo clientes de 14 a 80 años. De todas razas, religiones, sexos, nacionalidades, partidos políticos o equipos de fútbol. Y cada persona es distinta". Aunque sí está en disposición de afirmar cuál es el trabajo que más realiza: "dos de cada tres trabajos que hago son arreglos. Gente que viene con auténticas chambonadas hechas o para tapar nombres o recuerdos que quieren borrar".

En cuanto a las modas que se dejaron atrás, Antonucci recuerda que "antes sí que se llevaba más imitar tatuajes de famosos, pero los tatuajes en serie ya no se llevan mucho. Tiene que ser tu tatuaje, lo vas a llevar tú, así que tiene que ser tuyo, personal, no una imitación". Eso sí, si hay una moda que el tatuador no querría que volviera son "los tribales, me harté de hacer tribales hace unos años", enfatiza.

Del mismo modo, Antonucci es totalmente consciente del gran problema que tiene esta profesión: el intrusismo. "Ahora, como está de moda, todo el mundo se compra una máquina y se cree tatuador. Es como si yo me compro un piano y me creo pianista", se queja. Pero por otro lado, confirma que "la gente está empezando a entender la cultura del tatuaje, van buscando el trabajo del artista. Cada tatuador tiene un estilo, como un tipo de letra. Antes la gente venían con el "quiero esto" y ahora se dejan hacer más".

En cuanto a las zonas del cuerpo más demandadas en la actualidad, son las "zonas visibles, como los antebrazos. La gente se ha echado a la calle, antes querían esconderlos, ahora mostrarlos".

"Eso de que es bueno hacérselo en un lugar que no lo veas a menudo es una tontería. Acaban siendo como los lunares, parte de tu cuerpo, no te das ni cuenta de que lo llevas. Si un tatuaje está bien hecho y tiene un buen motivo, nunca te vas a cansar de él", enfatiza.

Desde hace 17 años, Andrés Vega, tatuador y dueño de "Blue Rose tattoo & Barber shop" en Gijón, sabe de sobra cómo hacer estos grabados en la piel. "Empecé en este mundo tatuándome y tuve la suerte de entrar como aprendiz en el mismo sitio donde me hicieron el trabajo. Me pasé un año limpiando los tubos y llevando cafés" recuerda. El primer tatuaje que se hizo fue con 18 años, "una sirena en la pierna"; ahora, casi dos décadas después, tiene la mayoría del cuerpo lleno de dibujos. Al igual que los colores han aumentado en su piel, así es la evolución de los tatuajes. "La gente que antaño nos interesábamos por los tatuajes teníamos una destreza para dibujar y poco a poco nos poníamos a ello. Ahora, como hay la oportunidad de ganarse la vida con esto, se han introducido en el sector profesionales cualificados del mundo de las Bellas Artes, lo que lleva a que haya mejores tatuadores", sostiene. Y a eso hay que añadirle que "hay más información sobre el tatuaje. Se está más orientado a la hora de comprar el material, se puede acceder a tutoriales, a academias?", cuenta Andrés Vega. Respecto a los clientes, Vega cree que "saben mucho más y viene con las ideas claras buscando a alguien que le sepa hacer un tipo de dibujo en concreto". Para él su estilo preferido y el que mejor se le da es el "old school", el tradicional, el que se caracteriza por tener una línea bastante contundente, con sombreado negro y los colores básicos. "Aunque a día de hoy ha evolucionado un poco" recalca Andrés Vega.

Hoy en día los dibujos que más se hacen son "los infinitos, el tatuaje de puntillismo o el ornamental. Aunque los nombres nunca pasan de moda". De todos los tatuajes que ha hecho Andrés recuerda el día en que un hombre llego a la tienda diciéndole, "que debía ponerle el nombre de su amante en letras chinas, pero como su mujer le iba a acompañar en el momento de hacérselo, yo debía decirle que estaba poniendo su nombre", cuenta entre risas.

A pesar de lo introducido que esté el tatuaje, todavía hay quien no lo acepta. "Hace años, en invierno, iba por los Jardines de la Reina todo tapado por el frío, y una chica de mi edad se acercó a pedirme un cigarrillo y cuando me vio los tatuajes dio para atrás" cuenta el tatuador. "Por más que pase el tiempo, siempre va a ver personas de diferentes edades que sean reacias a esto o que nos vean mal" añade, aunque piensa que "poco a poco hemos conseguido que la gente se fije en el interior y no en los dibujos, que al fin y al cabo es solo corteza"

Aunque ahora todo parece más sencillo Andrés Vega recuerda sus inicios. "Fue difícil empezar a tatuarse y tatuar, por la falta de información y por el hecho de valorar si te podías ganar la vida. Yo me tiré de cabeza a la piscina y aquí estoy, aunque no es lo mismo empezar tú solo a hacerlo como hice yo, aprendiendo de un maestro; así vas de la mano de alguien y eso es de agradecer", comenta el tatuador. Pero también eso tuvo su handicap: "Antes había un secretismo brutal dentro de este mundo, por lo que conseguir que alguien te enseñara costaba mucho. Ahora se coge aprendices habitualmente o se puede aprender por uno mismo, que puede ser contraproducente o hacernos descubrir a grandes tatuadores" añade.

Dentro de Asturias el tatuaje ha experimentado una evolución y un crecimiento exponencial. Gijón al ser una zona turística, recibe muchas visitas de otros lugares de España o del mundo lo que igual quieran llevarse un recuerdo en la piel. "El boca a boca hace mucho. Aquí hemos tatuado a gente de diferentes sitios: de Valencia, Vizcaya, Andalucía, Extremadura".

Para Andrés Vega el tatuaje es "una expresión artística, como pequeñas cicatrices que van marcando tu vida. Yo personalmente procuro tatuarme allá donde vaya para tener un recuerdo de ese sitio o de una persona, o alguna cosa que me marque", explica Vega que ha tatuado en California, y en las convenciones de Dublín y Zaragoza.

El tiempo pasa, las técnicas se actualizan, las modas cambian, pero los tatuajes son para toda la vida.