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Crítica / Música

Demasiado "Despacito"

Luis Fonsi se debate entre la balada y el reguetón con un concierto lleno de altibajos

Demasiado "Despacito"

La canción del verano tiene tirón en radios, plataformas de streaming y redes sociales, pero parece que no funciona de la misma forma cuando se trata de llenar los aforos en directo. El martes por la noche Luis Fonsi llegaba a Gijón con su gira "Love and dance tour", que cuenta con la canción "Despacito" como gran reclamo; sin embargo, el Palacio de los Deportes se quedó a media entrada. Está claro que en directo un artista se la juega, pero ya no tanto por tener que mostrar su talento, algo que cada vez se enmascara mejor con todo tipo de recursos técnicos, sino especialmente porque los conciertos funcionan como termómetros de popularidad y credibilidad consolidadas. Una cosa es cantar el "Despacito" en el coche o en una fiesta de prao y otra pagar entre 30 y 60 euros por escuchársela a su autor en directo.

Luis Fonsi lleva en el candelero de la música latina desde los años noventa, pero su carrera ha ido "despacito", con álbumes de estudio distanciados en el tiempo (especialmente en la última década) y éxitos contados y puntuales. Nada que ver con el chorreo de hits de otros latinos como Ricky Martin o Shakira. Tampoco se ha visto una evolución progresiva en su estilo, y hasta este año siempre estaba ligado a la balada; quizás por esa razón, su concierto fue "despacito" y estuvo plagados de tiempos medios y lentos. Repetimos tanto el título de la famosa canción para hacer honor a su decisión de cantarla dos veces en su espectáculo: una vez a mitad de repertorio y otra como cierre de bises. Hacía tiempo que no veía una cosa así, y creo que nunca lo había visto en un cantante con dos décadas de trayectoria.

El portorriqueño parece algo perdido entre su carrera como baladista y los aires reguetón que gobiernan las listas de éxitos en la actualidad. Trató de justificarlo varias veces en el concierto presentándose como un artista versátil que aglutina varios estilos, y jugando con el nombre de esta gira llegó a afirmar: "Love & dance, romántico y rítmico, eso es lo que me define". Pero lo cierto es que la mezcla no funciona y el repertorio de este tour es más un tobogán de ritmos, tempos y estilos ensamblado al calor del éxito del verano que una gira pensada con cabeza y algo de sentido. Lo mejor fue su balada clásica "Yo no me doy por vencido", aunque también gustó "Échame la culpa", una canción nueva en la línea del reguetón. La disyuntiva parece destinada a continuar.

No ayudó el sonido, el pabellón es un contenedor de metal, y si un partido de baloncesto con cientos de personas puede ser ensordecedor, imaginen un concierto con más de tres mil asistentes y miles de vatios de amplificación. Hubo momentos en los que las canciones eran ininteligibles, incluso desde las primeras filas. A pesar de todo, la gente parecía contenta: bailaron, cantaron y sacaron vídeos y fotos para compartir en sus redes sociales y dejar constancia de que han estado en el concierto del cantante de "Despacito".

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