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Meicín cumple sesenta años y está más vivo que nunca

El refugio en el corazón del macizo de Ubiña vive tiempos de modernidad con paneles solares y una guarda que se confiesa enamorada del lugar

Meicín cumple sesenta años y está más vivo que nunca

Fue en 1958, hace ya sesenta años, cuando se puso la primera piedra del refugio de Meicín, situado a una altitud de 1.560 metros en el corazón del macizo de Ubiña. En su sesenta aniversario, se podría decir que Meicín es como un buen vino: en los últimos diez años ha pasado de ser un refugio de piedra, en el que apenas cabían diez huéspedes, a unas instalaciones con capacidad para acoger hasta cuarenta y dos personas, aislado en piedra y madera y con, incluso, paneles solares para generar energía limpia.

"Estaba mal por dentro, tenía humedades y apenas podía acoger a visitantes. No servía mucho para nada", asegura Alejandro Mier, el segundo de abordo en Meicín.

Fue en 2008 cuando el refugio recibió, gracias a la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada, la reforma que necesitaba desde ya hace varios años. "Ahora es mucho más acogedor. Incluyeron dos paneles solares y la madera que reviste el aislamiento también es de corcho reciclado", cuenta Alejandro Mier.

Ver algunos de los restos de la guerra civil, pues en el parque hubo una tremenda actividad bélica; así como escalada y senderismo para todos los niveles, son algunas de las actividades de las que pueden disfrutar aquellos que decidan acercarse a la zona del refugio.

Pero hay quien no accede al refugio solo en busca de la naturaleza y el aire fresco, sino por la hospitalidad de Tania, la guarda de Meicín desde hace ya cuatro años, y su marido, David Matas, que ya se han empezado a hacer un nombre entre escaladores y alpinistas.

"Ahora vienen muchas más personas porque Tania y David son muy atentos, preparan menús, están siempre pendientes y la comida está riquísima. Hay días que estás arriba, alejado de todo, pero rodeado de treinta personas más", asegura Enrique Rodríguez, un alpinista que visita el refugio varias veces al año.

"Hay muchos que ya nos conocen y vienen solo a comer. Como el refugio está a cuarenta minutos del aparcamiento del pueblo, ya bajan la comida por el camino", cuenta Tania Plaza. Desde que se encarga del refugio ha acogido a brasileños, japoneses e incluso tasmanos, aunque los que más abundan son los gallegos, portugueses y los asturianos que quieren pasar un día disfrutando de la naturaleza astur.

Tania nunca se imaginó como guarda de un refugio, pero ha terminado siendo de las mejores decisiones de su vida: "Siempre trabajé en hostelería, pero un día me dijeron que el refugio salía a concurso y ni me lo pensé. Trabajar en la montaña para mí siempre había sido un sueño y me lancé de cabeza. Ahora estoy encantada de la vida", asegura.

Tania y su marido David Matas, viven juntos en el corazón del macizo de Ubiña y puede que terminen viviendo allí siempre: "Me quedaría aquí hasta los cincuenta años. Si me dejan, me encantaría jubilarme aquí", asegura.

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