Bombín calado. Traje morado. Y todas las ganas del mundo de mantener encendida la llama del amor maduro entre Gijón y Sabina. Con ese porte, y ese espíritu, salió ayer a batirse el cobre en el patio de la Laboral, ante más de 6.000 personas -no se llenó, pero casi-, Joaquín Sabina. Son ya varias décadas las que se mantiene el estado de enamoramiento de todas las plazas por las que pasa en Gijón -ya sea la de Toros, el Palacio de Deportes, el Jovellanos o la Laboral- con el hijo predilecto de Úbeda. Y ayer debía reforzarse la unión.

"Muchos de ustedes ya saben que Gijón para nosotros no es un concierto más. Uno no olvida que esta, desde hace muchos años, es la ciudad que mejor nos acoge después de Madrid. Donde hemos dado algunos de los conciertos más emotivos y también algún gatillazo... que supisteis perdonar con generosidad", hilaba el artista en su discurso de presentación, tras haberle ofrecido al público, como primer regalo musical, "Lo niego todo", la canción con la que está empezando toda la gira.

Voz cascada, esperable. Sonido contundente, para impresionar. Y lo hizo. Y montaje de imágenes, incluso con recortes de prensa con noticias del cantante y sus giras, para ir poniendo en ambiente y llenarlo todo. El jienense fue dando cuenta de los temas de su nuevo disco, en una primera parte que sirvió para que la segunda, con sus clásicos fuera tan esperada como siempre.

Porque si algo rodea a Sabina son sus fieles. Que se lo pregunten a los primeros que hicieron cola para entrar al recinto de la Laboral, que se apostaron a las 16.00 horas ante la gran puerta y allí se quedaron sin desmayo. De Palencia y León procedían los primeros, reincidentes y recalcitrantes. Santiago Rodríguez contaba que "hace dos días estuvimos en el concierto de Palencia; llevo más de 30 recitales de Sabina pero cada uno es como si fuera el primero, incluso conozco a los miembros de la banda: Pancho Varona, Mara Barros..."... Y como él, todos. Rocío Pérez aseguraba que le temblaban las piernas ante la inminencia del concierto. Con la imagen de Sabina en la funda de su móvil tenía claro que "voy a llorar seguro, llevo enamorada de Sabina desde los 12 años, le tenían que dar el Premio Planeta, el Príncipe de Asturias o el Nobel. Mis hijas aprendieron a cantar por Sabina casi antes que a hablar, con 2 años". Para Elisa García e Irene de Caso, más jóvenes, esperar por Sabina siempre merece la pena: "es el padre de todos los cantautores de ahora". Y con ese cariño siguió la noche.