La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Una cosa es refrescar y otra empaparse

Julio acaba hoy con catorce jornadas lluviosas en toda la región En lo que va de verano hubo precipitación generalizada el 55% de los días

Cielos nublados, terrazas llenas en Gijón. JUAN PLAZA

La mejor forma de definir la meteorología en Asturias es con la palabra "inestable". El calificativo vale para todo, para el clásico día en que sale el sol pero acaba nublado, con nieblas matinales que se disipan con el viento del mediodía, un orbayu de tarde, "calorín" por la mañana y "fresquín" al anochecer. ¿Cómo se traduce eso en un mapa del tiempo? Imposible.

Dicen los meteorólogos que pocos lugares en el mundo son más complicados que Asturias para acertar con el tiempo. La variedad despista. El mes de julio termina hoy con unas estadísticas absurdas en cualquiera otra latitud del país, menos en el Principado.

Hubo catorce días de lluvia, pero hasta eso es relativo. Nunca llueve a gusto de todos, dice el refrán. En Asturias nunca llueve sobre todos. Resulta que ayer llovió en Llanes (más de 11 litros por metro cuadrado), pero prácticamente no cayó una gota en el resto de la región. Lo de que diluvie en un sitio y se mantenga la pertinaz sequía a diez kilómetros de distancia no es nada nuevo.

Esos catorce días de lluvia contabilizados quieren decir que la precipitación fue generalizada. Con una racha, además, infrecuente para el mes veraniego en el que nos encontramos: del 5 al 10 de julio, ambos inclusive. Otra más, entre los días 18 y 24, con uno por medio de sol. Durante estas últimas fechas se registraron temperaturas mínimas en el centro de la región (nada de alta montaña) de 12 y 13 grados.

Julio se va, pues, como un mes atípico, incluso para la inestabilidad meteorológica de Asturias. Para muchos, una bendición de clima; para otros? ya le vale. El día 4 de julio se superaron los 30 grados en varias localidades de la región, y anteayer, sábado, se llegó al récord del mes, 32,7 grados en el observatorio que la Agencia Estatal de Meteorología tiene en Soto de la Barca, concejo de Tineo. Las temperaturas de julio en Asturias, ya podemos decirlo, fueron inferiores a las de junio.

El verano 2017 está siendo lluvioso. De cuarenta días que llevamos de estación, llovió en Asturias de forma más o menos generalizada en 22 de ellos (el 55%). Llovió, que se dice pronto, todos los días de junio a partir del 22. Lo curioso es que, además de las precipitaciones, esos primeros días estivales arrojaron temperaturas en torno a los 12/14 grados en el centro de la región. Esto no es lo que se entiende como verano, ni siquiera a orillas del Cantábrico. Los 36,3 grados registrados en Amieva el primer día del verano fueron todo un espejismo térmico.

¿Cómo condiciona esta inestabilidad de los cielos la economía turística asturiana? Los expertos dicen que para nada. No es lo mismo que una borrasca se lleve por delante las reservas en una Semana Santa que lo que es todo un verano. Frente a las temperaturas tórridas y el desierto de buena parte de España, Asturias aporta fresco y verde. Lo señalaban días atrás a este periódico el presidente de la Federación Asturiana de Turismo Rural, Adriano Berdasco, y uno de los presidentes de la patronal hostelera Otea, Fernando Corral.

La recaudación general turística no se ve tan influenciada por los vaivenes de la meteorología como se podía suponer. Cada sector tiene "su" día y sus momentos. Si hace sol, el merendero; si llueve, la cafetería. Las sidrerías valen para cualquier temperatura. Las terrazas, a miles, permiten flexibilidad. El turismo activo huye de la lluvia pero aguanta el orbayu. Y si no se puede bajar el Sella hoy, se baja mañana. En Asturias del helado al chocolate hay un paso.

Compartir el artículo

stats