Quien sepa hablar francés estos días en Avilés, estará en su salsa. El puerto deportivo de Avilés se llena estos días de barcos veleros de la categoría Mini 650 gracias a la regata Trangascogne; las primeras embarcaciones llegaron ayer a la ría procedentes de la ciudad francesa de Les Sables d'Olonne. La mayoría de los sesnta participantes son navegantes galos.

La competición tiene dos mangas, una primera con llegada en Avilés y la segunda en la que los barcos retornarán a su punto de salida el próximo 5 de agosto, según los organizadores. El ganador de esta primera regata fue el francés Ian Lipinski, que llegó a la Villa cerca de las once de la mañana tras un día y 23 horas de navegación por el Atlántico y el Cantábrico.

La peculiaridad de esta regata reside, más que en el gobierno de los veleros, en las condiciones forzosas que tienen que cumplir los participantes al afrontar la prueba. Así, los navegantes no pueden ir acompañados y se deben guiar siempre por sus instintos porque los tripulantes no pueden llevar ayuda alguna: ni motor, ni generador, ni teléfonos móviles... Las comunicaciones están totalmente restringidas. Stephane Siohan, participante bretón en la prueba Trangascogne manifestó que esta competición es una de las regatas más duras del mundo. "Cuando estás tú solo en alta mar, pueden pasarte muchas cosas. La regata es incluso peligrosa, aunque para nuestra tranquilidad siempre nos vigila un helicóptero cuya tripulación sabe de nuestra localización", explica el patrón.

Numerosos aficionados se acercaron ayer a la ría para ver la llegada de los veleros. "Hay mucha expectación por los barcos en Avilés, aunque todavía menos que en Francia", señala el organizador de la competición, David Roxín.