Un rumor lejano se acerca desde el cielo,:son motores, no estamos en guerra, pero cada vez suenan más cerca. De pronto se deslizan del cielo con elegancia 22 ultraligeros y una avioneta. Toman tierra en el aeródromo de La Morgal procedentes de Vitoria. Los primeros comienzan a estacionar junto al hangar que data de tiempos de la Guerra Civil. Pero ayer no había pánico. Se trataba de la cuarta etapa de la Vuelta Ibérica, una ruta por España y Portugal, dividida en siete etapas, en la que participan 43 personas repartidas en las aeronaves anteriormente citadas.

El día acompaña, un sol radiante brilla sobre Asturias. El primero en llegar es José Luis Ramírez, acompañado de Rosario Rodríguez y Julia García. Descienden de su avioneta, la más rápida de las participantes debido a sus características diversas y con una pose digna de la película Top Gun, Ramírez exclama: "Máquina y piloto se hacen uno". Al tiempo sus gafas de aviador reflejan el escenario marcado por el armónico rugir de los motores en la calurosa mañana. Al poco tiempo aterrizan con éxito Joan Comas y Salvador Rivera. Llegan abordo de un modelo azul decorado con una pegatina del mismísimo pato Lucas. "Ha sido un acierto venir a Asturias, ya tenemos ganas de probar la comida y disfrutar del paisaje", afirma Rivera aún dentro de la cabina.

Poco a poco el aeródromo empieza a cobrar vida, todos sitúan sus ultraligeros en las plazas habilitadas por la organización. "Esperamos hermanarnos con los pilotos del Principado por los problemas que han tenido con la CTR", señala Antonio Pinedo, haciendo referencia a la calificación del espacio aéreo de La Morgal asociada al Aeropuerto de Asturias. Esta catalogación obliga a los aficionados a seguir una serie de protocolos que complican su actividad y por ello están tratando de cambiar las coordenadas de la instalación para evitar esta afiliación a la CTR del Aeropuerto, ubicado en Ranón.

No todo eran españoles, tratándose de una ruta que recorre la Península Ibérica no es de extrañar la presencia del portugués Joao Bragança. "Soy de Lagos en el sur de Portugal. Es la séptima vez que participo y aprecio mucho la camaradería que hay entre todos los que compartimos el gusto por volar", relata Bragança. El entorno da lugar a múltiples comentarios entre los participantes mientras estacionan sus aparatos. "La estampa de la costa asturiana es lo más bonito que he visto en España en mis trece años volando", apunta Juan Carlos Dursteler acompañado de su esposa Asunción Ximenis.

El gusto por "flotar en el aire" y por "vencer las limitaciones del ser humano", son los motivos que los aficionados esgrimen para justificar esa "adicción insuperable", que dicen tener. "Más vale estar en el suelo deseando volar, que volando deseando estar en el suelo", asevera el periodista madrileño Joaquín Relaño. Algo que enlaza directamente con las peripecias narradas por uno de los aviadores a LA NUEVA ESPAÑA. "Un año fuimos de concentración a Granada. Era viernes, y teníamos previsto estar hasta al domingo, ya que el lunes había previsión de tormenta y debíamos trabajar de tarde. Sin embargo, lo pasamos tan bien, que nos quedamos hasta el lunes y al final no tuvimos más remedio que tratar de buscar un hueco en la tormenta, entrar en él y volar a más de 3.000 metros sobre ella para poder llegar a casa a tiempo. Fue una auténtica locura, esperemos no tener que repetir una situación así nunca más".