Clavar puntas, hacer hoyos para los postes, cubrirlos con bambú y escanciar. Originales "lecciones" las de ayer en Pravia para los niños. Los pravianos han puesto a sus hijos a aprender para mantener vivo el Xiringüelu del futuro, la popular romería que el domingo se celebra en el prao Salcedo. Más de cien pequeños aprendieron ayer las nociones básicas para preparar una caseta y disfrutar de la fiesta, en un taller organizado por la Cofradía del Xiringüelu y la escuela de kárate Joel. "Me lo estoy pasando muy bien y aprendiendo a hacer las cosas para cuando sea mayor, porque ahoras la caseta la hace mi padre con sus amigos", afirmó Pelayo Paíno, convencido de su estatus de xiringüelero desde la cuna: "Con dos años ya bajé al prao".

Los primeros en comenzar la gymkhana de actividades fueron los más pequeños, que junto a sus padres clavaron puntas en tableros con mucha puntería y ningún incidente. Poco a poco fueron incorporándose los de más edad. Tras las puntas debían aprender a hacer un hoyo para el poste de la caseta en unos cubos con arena, que suscitaron los ánimos de los padres, entre aplausos y ánimos a los niños durante el juego.

La siguiente estación era la de colocar con bridas bambú a los postes. Una fase en la que se les vio muy diestros a los niños, apretando con fuerza los correajes. "Enrollar fue muy divertido aunque quiero ir a clavar más puntas", sentenció Edgar Fernández. Todo fue explicado con anterioridad por Joel Díaz Pousada y los niños contaban con el apoyo de voluntarios de la Cofradía, quienes también medían los tiempos con cronómetro y, en algunos casos, echaban un cable a los pequeños.

La última estación y para muchos la mejor fue el escanciado de sidra, aunque lo hicieron con agua. Debían llenar 300 mililitros de agua en una jarra después de escanciar seis culines. "Fui el más rápido y creo que es porque levanté la botella muy alto", comentó Hugo Flórez. Hasta allí se fue corriendo Lucía Selgas nada más terminar la primera prueba porque "parece lo más divertido", dijo.

Lo cierto es que los niños se lo pasaron en grande y, también, los mayores que hicieron de público y vieron como los pequeños de la casa se van convirtiendo en xiringüeleros, con los conocimientos más expertos. En unos años bajarán al Salcedo a dar cuenta de todo lo aprendido pero por el momento, seguirán acudiendo acompañados de sus familiares. Y eso que algunos ya tienen ganas: "Me gusta mucho el Xiringüelu y ya tengo ganas de ir yo con mis amigos", aseguró Mateo Rodríguez. Una jornada festiva e infantil que abre la boca para la jira del domingo.