Una procesión improvisada recorrió ayer las calles más céntricas de Gijón rumbo a la plaza Mayor, minutos antes de las nueve de la noche. Desde todos los puntos, un reguero de gente acudía con celeridad, paso firme, para situarse ante la Casa Consistorial y disfrutar de una de las fechas más esperadas del año por los habitantes de la villa de Jovellanos, el inicio de la Semana Grande de Gijón.

Y es que las prisas apretaban porque a las nueve de la noche, de forma puntual, dio comienzo el acto de inauguración de las fiestas patronales de Nuestra Señora de Begoña. Cuando todos miraban al frente, al balcón consistorial, la sorpresa vino al bies, por detrás, desde el imponente escenario que preside el empedrado, sin amilanarse ante la visión del Ayuntamiento.

Una joven voz arrancó las primeras notas, a capella. "Cuánto me gusta Xixón, guapa villa xunto al mar", resonó en el centro oficioso, que no geográfico de la ciudad. No podía faltar la tonada en una fiesta en el Principado, como tampoco podía faltar la Danza Prima, acompañados de pandereta y gaita. Y un redoble de tambores, preludio del pregón.

Un foco iluminó, ahora sí, el balcón del Ayuntamiento, en el que se encontraban todos los portavoces municipales. En el mismo, hizo acto de presencia Teresa Sánchez, directora del Teatro Jovellanos, quien realizó un repaso de algunos de los papeles más destacados del pregonero, el actor Roberto Álvarez, recordando alguna de sus actuaciones en televisión, como padre de familia en "Ana y los siete"; en cine, como el progenitor de "Manolito Gafotas"; o en teatro, donde recientemente interpretó, en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, al Magistrado en la Orestíada de Esquilo. Sánchez también glosó la figura del pregonero, "ingeniero de telecomunicaciones, actor, pero sobre todo gijonés".

Y ese sentimiento playu tan agerrido, fue el que hizo que a Roberto Álvarez, actor veterano pero pregonero toricantano, le temblaran las piernas y casi la voz. "No sé si voy a poder pasar de la primera frase, estoy que me hago pis de los nervios", explicó el pregonero, quien procedió a leer un texto "escrito con el corazón".

El actor quiso imbuir al público en la que fuera su infancia, en el barrio de El Coto donde nació y "hasta donde llegaba Gijón". "Con el cornetín de Simancas desperté todos los días de los mejores años de mi vida", relató, para acordarse de su abuelo Laureano al que ayudaba en su almacén de vinos, y de sus abuelas Angelita y Zulima que les llevaba a casa Rato, "aquella confitería tres estrellas Michelín del chocolate, de camareras con cofia".

De aquellos tiempos data su amor por la que hoy es su profesión, "tiempos en los que el cine lo era todo", el cine en el que se intentaba colar aparentando más edad de la que tenía y del que tuvo que sacar en brazos a un "refresco" a la que el estreno de "El exorcista" le produjo un desmayo. "Días los más felices, de niño, de niño de Gijón, días abrochados a la naturaleza y a su mar", explicitó Álvarez. Días en los que hizo sus primeros negocios con las propinas que ganaba como monaguillo, y noches enteras en el Muelle, "pescando con truel quisquilla que vendíamos ahí en frente, en el Centenario", explayó.

"Y hoy, amigos, por mí ya llegué al final, que hoy puedo caer tranquilo de este balcón y estrapallarme feliz, porque no hay nada más grande que estar aquí. Nunca, de neñu, pude soñar que algo así ocurriría", dictaminó alentado por la salva de aplausos con los que la plaza Mayor, esa que veía desde arriba, le regaló. Una plaza atestada de entregado público que apenas dejaba ver el empedrado y que Álvarez pasó a glosar.

"Dejadme que os mire a los ojos y os diga que ser de Xixón es ser muy grande, muy muy grande", enfatizó el pregonero, "que somos generosos, cariñosos, honrados, que no somos gente de penas y, si las tenemos, son para cantarlas al amor de una 'botellina'". Y advirtió a los foráneos, "veréis qué pronto os vais a sentir como en casa", porque "si hablamos alto, será porque hablamos con el corazón", llegando más allá, "si una mujer asturiana te mira a los ojos, de Gijón ya no te mueves y si un asturiano te lleva de romería, ya nadie te querrá igual".

Álvarez quiso despedir el pregón haciendo una advertencia. "Pasáilo a lo grande", concedió, "pecad todo lo que podáis pero siempre de mutuo acuerdo; bebed y disfrutad, pero sin haceos daño a vosotros ni a los que os rodean" y, por encima de todo, "dejaos llevad por lo más bonito que tenemos en esta tierra, que no es otra cosa que su gente", clamó entre aplausos. "¡Cuánto os quiero! ¡viva la madre que os parió!", concluyó embriagado por el ambiente festivo, en uno de los pregones más aplaudidos por el público gijonés, que se formó nuevamente en coreografía conjunta para enfrentar con la mirada el escenario.

Y es que el fin de fiesta del pregón gijonés, está grabado a fuego por tradición, año tras año. Víctor de Cimadevilla, "aquí me tenéis otro año más", agarró el micro con solvencia para entonar el "Asturias patria querida" y, como fin de comienzo de fiesta, el "Gijón del Alma" que toda la plaza coreó, voz en grito y lágrima en ristre los más sentimentales.

Noche agradable, calles, plazas y terrazas llenas, la Semana Grande de Gijón dio oficialmente inicio. Por delante diez días de disfrute y celebración hasta que las miradas al cielo la Noche de los Fuegos y la danza prima, el día de Nuestra Señora de Begoña, pongan el punto y final a la semana más larga del año.