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Crítica / Música

Rodrigo Cuevas suma y sigue

El músico asturiano vuelve a llenar en Gijón con su espectáculo "El mundo por montera"

Rodrigo Cuevas, durante su actuación del pasado domingo. ÁNGEL GONZÁLEZ

Esta vez fue la terraza del Jardín Botánico, pero el lugar y el aforo es lo de menos; en marzo fue el teatro de la Laboral y el verano pasado la plaza Mayor, Rodrigo Cuevas siempre llena. La expectación que despierta su propuesta no defrauda, y con cada concierto aumenta su nómina de seguidores dispuestos a repetir en cuanto hay ocasión. El domingo volvía a traer a Gijón su espectáculo "El mundo por montera", con el que está triunfando por toda España, y volvió a demostrar que su éxito no se debe a un golpe de suerte, sino que es fruto de una trayectoria ecléctica que le permite dominar con solvencia tanto la música como la puesta en escena.

Comenzó puntual y arrancó con el chotis "El señorito", derrochando teatralidad y metiéndose en un instante al público en el bolsillo. A continuación, una tonada de Sanabria sobre una base instrumental propia del techno le sirvió para desplegar todo su poderío vocal, con una voz bien impostada. No lo tuvo fácil con el sonido, sobre todo por los problemas con los micrófonos, pero supo sobreponerse a los contratiempos técnicos con mucho arte.

Rodrigo es también un gran contador de historias, presenta las canciones construyendo un contexto adecuado para cada una de ellas; así, introdujo "A la luz del cigarro" como un relato autobiográfico en Rodiezmo, lo mismo que "Noche de ronda", en la que rompió una lanza por la recuperación de las rondas de mozos. Este artista sabe hacer suyas las canciones populares, tanto en la música (con estilos que van de la música electrónica al reggaetón) como en la interpretación, subvirtiendo muchas veces el significado literal de las letras.

En la selección del repertorio también demuestra que tiene muy claro su proyecto. Al chotis y la canción de ronda hay que sumar la copla, con "El día que nací yo", y canciones tan políticamente incorrectas como "Es mi hombre", popularizada en castellano por Maruja Garrido. Pero también una constante presencia de música asturiana que va de la vaqueirada a Tino Casal y que acompañó con una instrumentación tan dispar como el pandero, el acordeón o las bases de ritmos. En estas lides no estuvo solo, sobre el escenario le acompañaron en diferentes momentos de la noche Rubén Bada a la guitarra, Tino Cuesta al saxo y Miguel Herrero a la trompeta.

En la parte final llegaron los hits: "Ay, Pachín", su archiconocida versión de "Verdiciu", una reciente versión de "Tengo de subir al puertu" y la que se ha convertido en su gran atracción, la historia del "Toro Barroso", que Rodrigo cuenta como nadie. Son muchos los ingredientes que combina este artista, muchas las destrezas que presenta en escena y enorme el talento con el que transita de la naturalidad más sincera a la performatividad más impostada sin perder un ápice de credibilidad. Rodrigo Cuevas tiene mucho recorrido por delante; de momento, suma y sigue.

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