En una mañana de domingo en la que apretó el sol, sin apenas nubes en el cielo, acercarse al río y poner remedio al calor parece una buena idea. Y si además se le añaden dosis abundantes de diversión, imaginación y ganas de disfrutar de una tradición ya arraigada en el corazón de Valdés, el resultado es el multitudinario Descenso Folclórico del Río Esva que ayer acogió la localidad de Trevías. Cualquier objeto capaz de mantener a una persona a flote fue utilizado para surcar las aguas del Esva, aunque hubo quien se trabajó, y mucho, la embarcación elegida para la ocasión.

Es el caso de Onelia González Castro, que, junto con familiares y amigos, construyó un original gallinero para mayor disfrute de sus hijos y sobrinos. El conjunto incluía de todo: unas berzas colgando de la red, el saco de maíz, la paja, y, por supuesto, las gallinas y el gallo, todos perfectamente ataviados. "Venimos todos los años, y para esta actividad hay que pensar en una carroza en la que vayan frescos, y que se puedan divertir. Con esas premisas, se nos ocurrió este gallinero". Apunta que ha llevado "más trabajo del que pensábamos", aunque el resultado "merece la pena; se lo pasan bien los niños, y lo pasamos bien los padres que vamos con ellos".

También muy esmerada estaba una gran tarta de boda flotante, que transportó un grupo de amigos de la parroquia. "Lo hacemos para 'fastidiar' a un amigo que se casa dentro de poco", confiesa Elisa Fernández. El truco es hacer una carroza "decente" y que flote, para llegar en buenas condiciones desde el pozo La Mouriente, donde se da la salida del Descenso, hasta el puente de Trevías, algo más de un kilómetro de recorrido. "Es un día de diversión, de preparar las carrozas, para que disfruten los críos y los no tan críos, y pasarlo lo mejor posible", asegura Fernández.

A las doce y ocho minutos se dio el pistoletazo de salida, a través de un "chupinazo" a este Descenso, en el que también se dejó ver un gigante Mazinger Z, una moto roja con sidecar o la mismísima furgoneta que transportaba a los componentes del "Equipo A" en sus aventuras. A su lado, cámaras de neumáticos, colchones hinchables, pequeñas canoas o flotadores de toda clase y color acompañó a las carrozas río abajo. Los globos y las pistolas de agua fueron, de la misma forma, elementos indispensables: al llegar a Trevías hubo que librar la ya tradicional batalla entre quienes estaban en el río, y quienes seguían el desfile desde el paseo fluvial y el puente.

La valoración de la jornada no pudo ser más satisfactoria: "Tenemos un gran día, y hay que aprovecharlo", apuntó Miguel Ángel Pérez, miembro de la Sociedad Festivo-Cultural de Trevías, organizadora de la cita. "Llevamos 27 ediciones, y ya es toda una fiesta en la zona. Hay unas diez carrozas en concurso, que después, al final de la tarde, puntuamos y premiamos", apunta Pérez. La jornada continuó en la localidad valdesana con una populosa romería al lado de un río, el Esva, que ayer refrescó y animó a la multitud a partes iguales.