Ayer hemos visto la mejor entrada de una Feria de Begoña que concluye, casi rozando el lleno, en una tarde calurosa y apacible. Era una corrida para los aficionados, con un cartel de postín. Los toros de Garcigrande dieron su juego, mostrando más romana que presencia. Casi todos mostraron deficiente arboladura, estrechos de sienes, y con poca fuerza, pero para una plaza de segunda es lo que hay.

El Juli, marino y plata, en su primero debería haber cortado una oreja; su faena fue torera y ajustada, matando de una estocada un poco caída. En otras oportunidades hubieran flameado los pañuelos, pero la afición de El Bibio es así, fría de entrada y caprichosa. Aplausos. En su segundo cuajó una buena faena de muleta y dio la vuelta al ruedo antes de matar al toro. Cuando le llegó la suerte ésta no se le puso propicia y tras varios pinchazos el Garcigrande acabó cayendo por aburrimiento.

De Miguel Ángel Perera hemos de decir que no dio ni un pase de calidad. En el primero estuvo voluntarioso frente a un animal feo, de fea embestida, rematado con una estocada más fea aún. Silencio. En el segundo trabajó a fondo, dando más de cincuenta pases, cuando lo normal es no pasar de treinta. En consecuencia recibió un aviso. Mató de pinchazo sin soltar y una buena estocada. Una oreja. La única de la tarde.

Por último a José Garrido le correspondió el mejor toro del encierro, que repetía queriendo comerse la muleta. Después de brindar al empresario de la plaza, Carlos Zúñiga, recibió al toro de rodillas dándole cuatro pases sin moverse, se le veía con ganas, pero? La suerte suprema le dio la espalda: media estocada caída, pinchazo y tres descabellos. Aplausos para el toro y el torero. En su segundo, sexto de la tarde, en medio de un desorden monumental el toro se fue sin picar. Vimos al matador demudado, blanco. El peligro se veía venir. Aun así lo intentó, pero la suerte de matar le fue esquiva de nuevo.

No entendimos por qué en los dos primeros toros los toreros se empeñaron en entrar a matar por la suerte contraria, fracasando, cuando lo que pedían era la suerte natural. En fin, no hubo apenas trofeos, pero la tarde resultó entretenida.