"Ubi tu Caius, ibi ego Caia". Con esa frase, pronunciada por la esposa -y que viene a decir en latín que "donde te llamen Cayo, allí seré yo Caya"-, se concretaban los matrimonios en el antiguo Imperio Romano. Una máxima que, en la tarde de ayer, volvió a resonar en la Villa Romana de Veranes, de Gijón.

El complejo museístico, un yacimiento de una construcción del siglo cuarto de nuestra era, acogió, con motivo del décimo aniversario de su apertura de puertas, la recreación de una boda de la época además de una exhibición de lucha de gladiadores, tal y como se hubiese sucedido un día de celebración de este tipo en aquel siglo.

"Asistiremos, con la ayuda de los Dioses, a los esponsales de Marco y Tranquilina", anunció el maestro de ceremonias, dando comienzo a los fastos de una boda "tardo romana" que aunó rituales cristianos y otros no cristianizados. Precisamente, el hecho de que la ceremonia se celebrase en el siglo IV, permitió que se unieran en esponso "una mujer noble, hija de un tribuno y un hombre que no pertenecía a esa clase social, aunque rico", algo que años atrás hubiera sido imposible.

El numeroso público, pequeños y mayores, algunos de ellos vestidos para la ocasión, pudo reconocer cómo "gran parte de estas tradiciones perduran hoy en día", como la petición de mano, el intercambio de anillos, el banquete, los regalos e incluso la firma de un contrato matrimonial. Sin embargo, de aquel rito a los actuales, se pueden apreciar numerosas variaciones. La más llamativa, el hecho de que fueran los padres quienes concertaban la boda para sus descendientes, que no tenían mayor capacidad de decisión.

"Aprendimos mucha cosas de la época, de sus costumbres o la estructura social", aseveró Verónica Carnero, quien acudió en compañía de familiares y amigos a pasar el día al museo, "para adentrarnos y conocer más de la época romana", pero, sobre todo, "para pasar un gran día en familia, eso es lo mejor, poder disfrutar todos juntos". Precisamente, a sus acompañantes más jóvenes, la parte que más les gustó de la velada fue, sin duda la segunda: "las luchas". Continuando con los hábitos romanos, las bodas finalizaban con un banquete y una "Munera gladiatoria", una exhibición de gladiadores.

"Igual que hoy en día contratamos una orquesta para celebrar la boda, en la antigua Roma contrataban un espectáculo privado de gladiadiores", resumió David Díaz, de la asociación de recreación histórica Kerberos. De este modo, los visitantes pudieron ver "las ropas, los símbolos, todo lo que rodeaba a un espectáculo de gladiadores", y, además, con una fidelidad histórica muy alta. "No se utilizan materiales modernos, solo los que existían en la época: hierro, madera, cuero", aseveró Díaz, "todo el material es como el de la época y construido con sus técnicas", con espadas reales aunque con punta roma.

"¡Pugite!", gritó el árbitro, y comenzaron las hostilidades. Los golpes, reales, enfervorecieron al público que no dejaba de gritar consignas de la época, animando a su gladiador favorito. La realista recreación finalizó con la petición de clemencia del luchador, y la consulta del "editor", el encargado de pagar el espectáculo, al público. "Missio" o "iugula", misericordia o muerte, puño cerrado o gesto de degüello. Finalmente, el editor optó por hacer el gesto de envainar la espada. Vida.

"Fue lo que más nos gustó, la lucha y las armas", aseguraron al alimón los niños Sandro Ramiro y Alejandro Rodríguez que, sin embargo, no se mostraron muy convencidos ante la posibilidad de vivir en la época romana. "Mejor ahora", explicitaron contudentes.