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¿Dónde estaba usted en el 92 ?

la asturias escondida - Con las Olimpiadas y la Expo de trasfondo, el verano de hace un cuarto de siglo lo protagonizaron el "Petromocho" y las excentricidades de Michael Jackson y Ruiz-Mateos

De izquierda a derecha y de arriba abajo: el pabellón de Asturias de la Expo, hoy en Gijón; Ruiz-Mateos, en Oviedo; ruinas del pozo Mosquitera; el abad Gibert, en Valdediós; vertido de fuel en la costa asturiana; Vigil, segundo por la derecha, comparece por el "Petromocho"; "Stormy Mondays", con Slash, en el Pinón Folixa; cartel del concierto de Michael Jackson en Oviedo.

Si a cualquiera de nosotros se le pregunta por 1992, responderá de carrerilla que fue el año de la Olimpiada de Barcelona, la Expo de Sevilla y el V Centenario. Pero casi seguro que tendrá que detenerse para recordar algo más de aquellas fechas. Lógico: son 25 años desde aquel verano de celebraciones donde se mezclaron euforia, modernidad y orgullo patrio, que acabaron en el clásico "resacón" propio de una fiesta con más alegrías de las que el cuerpo puede regalarse. Nada nuevo: si en los países anglosajones se dice que los dorados 60 tocaron a su fin con la crisis de 1973, no es descabellado pensar que en España los 80 y su explosión de colorines terminaron en el dichoso 92.

En Asturias, como en el resto del país, aquel verano nos pilló pegados a la televisión. La Expo era noticia diaria desde el 20 de abril, aunque el aparatoso incendio de un pabellón en febrero hizo temer que la fiesta se aguase antes de empezar. Pero al final hubo Expo, y si alguien quiere visitar hoy el pabellón de Asturias, que no sufrió daños al estar en la otra esquina del recinto de La Cartuja, puede hallarlo en Gijón, donde es sede del Museo del Pueblo de Asturias. Respecto a la ceremonia de inauguración de las olimpiadas, en un país amante de ver deportes -no tanto de practicarlos-, aquel 25 de julio se alcanzó un récord de espectadores: 62,4% de "share" televisivo. Y una representación asturiana destacable: 19 deportistas que obtuvieron seis medallas de oro en distintas disciplinas. A un nivel más de andar por casa, aquí seguíamos de fiesta en fiesta popular. Como el Carmín de Pola de Siero, por ejemplo, que el 20 de julio contó con un espectáculo fuera de programa: todo un José María Ruiz-Mateos se personó por su cuenta y riesgo en el "prau" de la fiesta. Entre autógrafos, fotografías a mamplén, escanciado de sidra y pullas por doquier a todo político imaginable, Ruiz-Mateos repartió estopa (y culetes de sidra gratis) y copó el estrellato de la jornada. La polémica llegó al Ayuntamiento, y días después el alcalde remitió una carta a LA NUEVA ESPAÑA en la que replicaba, en riguroso diferido, algunas de las muchísimas declaraciones vertidas por un efusivo y achispado Ruiz-Mateos. El "show" saltó a las televisiones y lo cierto es que, en términos de publicidad gratuita, Siero hizo su agosto aquel mes de julio.

Ese mismo día, 20 de julio, el desmantelamiento de la minería avanzaba un poco más: el pozo Mosquitera, en Langreo, era clausurado definitivamente. Y el 25, los trabajadores de Ensidesa cortaban el tráfico en Gijón para protestar por los recortes. El caos circulatorio taponó la ciudad durante horas desde El Humedal hasta El Piles, para pasmo de propios y extraños. Entre ellos, los 4.000 testigos de Jehová de toda España y parte del extranjero que, aquel mismo día, celebraban en El Molinón un bautismo colectivo, piscina de inmersión incluida en el césped. Mala fecha para sacramentos, aunque en asuntos religiosos, la buena nueva llegó esa semana con la reapertura del convento cisterciense de Valdediós. 157 años después de la desamortización de Mendizábal, el cenobio de Villaviciosa volvió a la vida de la mano de una comunidad monástica dirigida por el abad Jorge Gibert. Durante 17 años, Valdediós fue sede de jornadas culturales, congresos de historia y ciclos musicales que, como no podía ser menos, hoy son solo recuerdos. Los cistercienses se marcharon en 2009, los relevó la Orden de San Juan hasta 2012, y luego, más vacío. Solo desde hace un año Valdediós ha reabierto, esta vez como hospedería de peregrinos de las monjas carmelitas.

No hay vacaciones sin "serpiente de verano" y la playa de Salinas, en Castrillón, tuvo en el 92 la suya, literalmente. La leyenda urbana de que una culebra marina venenosa había llegado al Espartal se extendió entre junio y julio. Bastó que esas semanas arribasen al puerto de Avilés varios buques de matrícula panameña (la mayoría con bandera de conveniencia) para dar pábulo al asunto. Ya se sabe como funcionan estas historias: el rumor crece, todo el mundo sabe o vio algo y, entre los bañistas, no falta el que tiene un primo que es cuñado del vecino de un señor al que, en la misma orilla, se le enredó entre los pies una cosa rara, larga y oscura que estaba escondida entre la arena, que al acercarse sacó las fauces y salió corriendo (nadando) mar adentro. Y tras semejante clímax, nunca más se supo. Lo dicho: una leyenda urbana de libro.

Pero el mar es cosa seria, y si no que se lo digan a los riosellanos. El 18 de agosto se hundió frente a la villa el buque Neretva, causando una marea negra que se extendió en días siguientes por toda la costa de Llanes, llegando hasta Cantabria y generando un desastre ecológico que solo el Prestige superaría diez años después. En la costa oriental murieron millares de aves marinas atrapadas en el fuel, aunque este no sería el único producto químico que iba a "manchar" algo. Por entonces, el presidente del Principado, Juan Luis Rodríguez Vigil, ultimaba el contrato, a bombo y platillo, para ubicar una empresa petroquímica en el puerto de Gijón. Se aseguró que iba a cambiar el futuro industrial de Asturias, con una inversión de 366.000 millones de pesetas que generarían riqueza y 6.000 puestos de trabajo, y el 29 de julio explicaba en rueda de prensa que la adjudicataria, Panoco, era "una empresa poco conocida". Lo dejaría de ser en unos meses, al desvelarse que aquello era un fraude en toda regla que pasaría a la historia como "El Petromocho". Vigil, en un gesto que le honra, dimitiría al conocer que todo había sido una estafa. Fue la única vez que un presidente autonómico tuvo la dignidad de irse a casa por su propio pie tras reconocer la monumental chapuza. La historia no se ha repetido.

Y con septiembre, las fiestas de San Mateo en Oviedo marcaron el fin del verano. El colofón lo puso el concierto de Michael Jackson, la propia noche del 21, con una explosión de música y visuales -amén de varias excentricidades del cantante- que tuvo como acompañante de excepción al guitarrista de "Guns n' Roses", Slash. En un verano al que acudieron a Asturias figuras como "Dire Straits", Elton John o "Mecano", la mayor sorpresa les llegó a unos debutantes que actuaban ese mismo 21 en el Pinón Folixa de la plaza Porlier. "Stormy Mondays", hoy un valor seguro de nuestra música, vieron como un melenudo de chupa de cuero con gran parecido a cierta estrella del rock se subía al escenario para tocar con ellos una versión de "Knockin' on heaven's door". En efecto, era el mismísimo Slash, que mientras Jackson seguía actuando en el viejo Tartiere, prefirió divertirse por su cuenta en el casco viejo de Oviedo. Y a fe que lo hizo, para pasmo y disfrute de los presentes. Después, se bajó del escenario y terminó el concierto. Y las fiestas. Al día siguiente ya era otoño: bienvenidos a los 90.

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