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Lo de la playa tiene su historia: la moda del baño por la costa asturiana

Un repaso a los baños de sol y de mar en la región de hace un siglo gracias al archivo del Muséu del Pueblu d’Asturies: trajes sofisticados, con mucha tela y varios complementos

Bañadores con forma de túnica-jersey que oculta el culote. | Constantino Suárez, hacia 1930. | Muséu del Pueblu d’Asturies

La época estival incita al veraneo, y hace cien años, al igual que hoy, abandonar por unos días la ruidosa ciudad y pasar una temporada cerca de la playa aportaba calidad de vida. Playas como las de San Lorenzo, Salinas y Ribadesella cobraban vida en verano, simulando, con cierta distancia todavía, la vida cosmopolita y lucida de las de Santander y la de la Concha en San Sebastián, sin olvidarnos de las francesas como las de Deauville, Trouville, Dinard y Biarritz, las americanas como Long Beach, Venice y Ocean Park, y de otras como las de Brighton y Scheveningen.

Moderno maillot (prohibido en Gijón hasta 1929). Constantino Suárez, hacia 1930. | Muséu del Pueblu d’Asturies

La animación en San Lorenzo comenzaba con la inauguración de la temporada de los balnearios sobre la segunda semana de junio, percibiéndose muy bien los contrastes sociales en función de las distintas ubicaciones; mientras que la zona cercana a la iglesia de San Pedro y a los balnearios de "La Favorita" y "Las Carolinas" tenía un carácter más burgués, en la que no faltaban señoras "bien vestidas" acompañadas de sus maridos trajeados de manera impecable, rumbo al Piles el espectáculo era más democrático y libre de tanto pose y artificio. A tenor de las imágenes que han llegado hasta nuestros días, podemos llegar a la conclusión de que la ropa con la que una mujer de buena posición se vestía en los años veinte para ir a la playa, con la intención de pasear y dejarse ver, tomar el aire o pasar un buen rato entre amigas o con la familia, no presentaba muchas diferencias con respecto a las que empleaba para sus quehaceres diarios por la calle en cualquier mañana veraniega.

Es más, en ocasiones se cuidaba tanto la imagen, especialmente los domingos, que sorprende la calidad de algunos trajes, como los de hilo que se podían combinar con muselina blanca. Un atuendo muy común eran los vestidos ligeros de lino, seda o algodón, de estilo camisero y con interesantes estampados geométricos, y el conjunto compuesto por una falda de lana, una blusa de seda y un suéter.

Trajes de estameña, hacia 1918. | Muséu del Pueblu d’Asturies

Una vez que los baños de mar fueron reconocidos como un remedio terapéutico e incluso un deporte al alcance también de las mujeres (no olvidemos las fechas en las que estamos), las más coquetas buscaron deslumbrar con sus bañadores tanto al meterse en el mar como al salir de él. Esta nueva preocupación estética fue bien aprovechada por la mayoría de los ases de la costura parisina, que empezaron a prestarle atención a esta prenda y a incorporarla en todas sus colecciones de verano.

Conjuntos de manga corta de estilo marinero. Fondo Familia Loredo. Año: 1921. Muséu del Pueblu d'Asturies.

En muy poco tiempo, el diseño y la hechura de los trajes de baño evolucionaron de una manera notable, percibiéndose en estos años una llamativa miscelánea de modelos en las playas asturianas: desde el arcaico traje de estameña azul marino o negro, compuesto por una blusa larga y ahuecada, ceñida al talle por un cinturón, con su cuello marinero y sus trencillas blancas, y sus calzones hasta el tobillo o por debajo de la rodilla, hasta los maillots de tirantes con el escote bajo confeccionados con jerga, jersey de lana, tejidos de seda o alpaca lanosa, cuya utilización en San Lorenzo fue prohibida por el alcalde Emilio Tuya entre los años 1926 y 1929. Otros modelos muy apreciados fueron los que llevaban un pantalón corto ajustado hasta la mitad del muslo y una túnica sin mangas más o menos larga.

Cinco mujeres envueltas en sus capas con forma de sábana. Félix Hatre, 1923 | Muséu del Pueblu d’Asturies

El bañador exigía varios complementos: el caucho fue el material fundamental para hacer las gorras que se utilizaban para bañarse; las más clásicas quedaban absolutamente ceñidas a la cabeza e iban sujetas con un barboquejo y eran de colores brillantes. Para defenderse de los rigores del sol hacía falta un sombrero de alas muy amplias, adornado con cintas, flores o frutas de paño. Caso de no llevarlo, se utilizaba una sombrilla de puño cortísimo, hecha de tela o de papel impermeable. Las zapatillas de baño, también de caucho, estaban decoradas con aplicaciones imitando flores o motivos cubistas en los colores del traje de baño. Las sandalias más empleadas eran las de lienzo blanco o de piqué con la suela de cuerda y unas cintas para poder atarlas a las piernas. Muy útiles eran unos estuches recubiertos de una tela impermeable para llevar las cosas necesarias para el cuidado personal: colorete, polvos y la barra de carmín, y las bolsas de cáñamo para la labor.

De izquierda a drcha: "una chica desconocida de Oviedo", "Anita" Miranda, Eulalia Artime, Maruja Calleja y "Lala". Fondo Familia Loredo. Año h. 1927. Muséu del Pueblu d'Asturies.

El abrigo de playa, con o sin capuchón, era la prenda que se utilizaba para salir del agua. Se confeccionaba con telas esponjosas como la de rizo de toalla y podía ser corto o largo hasta el tobillo. Como salida de baño se llevaron también una chaqueta larga hasta la rodilla en tejido de jersey de lana o de felpa con dibujos grandes de flores o figuras geométricas y una capa a modo de sábana, que la bañista tiraba al meterse en el mar y que al salir colocaba por los hombros; también les servía como manta para reposar sobre la arena.

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