Diablo Cody se ha ganado un chute de respeto. Su pasado en los clubs de «striptease», su guión de Juno y su serie Los estados unidos de Tara, justifican la curiosidad por Jennifer's body. Aunque el reclamo de «marketing» sea la estratosférica Megan Fox, no se engañen. Es su negrísima sátira de «highschool», adornada con chorrazos (poco inspirados) de terror, la diferencia esencial con productos de semejantes intenciones. Existe otra idea potente en «Jennifer's body» que ni siquiera la plana realización de Karyn Kusama es capaz de difuminar. Quiere Cody (de)mostrar qué hay más allá de la hiperbólica belleza púber mediante las licencias cotidianas del terror del XXI. Eso que Zemeckis repetía en la notable «La muerte os sienta tan bien» con distinto tramo de edad y parecidos artilugios, aquí se traslada al epítome del canon femenino actual, Megan Fox. Sólo un grupo de diablos, a precio justo, permitiría que la fama, que la inmaculada juventud de instituto, dure siempre. Lástima que, una vez firmado el acuerdo al borde de un pozo infinito, la película prefiera su vertiente efímera de argumentos adolescentes y cremalleras lésbicas de Megan Fox, a la disección del proceso soterrado, gradual y trascendente, de envejecer y ser desterrada de las córneas masculinas.