Contundente y eficaz para combatir los primeros fríos del recién llegado otoño. El cocido maragato es, sin lugar a dudas, un menú para comer de aquí hasta la primavera, aunque nada impide disfrutarlo en verano. La tradición manda comerlo al revés: primero, las carnes; luego, los garbanzos y verduras, y, finalmente, la sopa.

Castrillo de los Polvazares tiene fama de servir en sus mesas uno de los mejores cocidos maragatos. No en vano, el pueblo está ubicado en plena comarca de la Maragatería, a cinco kilómetros de Astorga por la carretera provincial LE-142. Fue construido a finales del siglo XVI y posee un impresionante conjunto de casas típicas de los antiguos arrieros y comerciantes: los maragatos.

Llegar a Castrillo es cuestión de un par de horas desde Asturias. Es un lujo pasear por sus calles empedradas -la Real, ancha y larga, sirve para hacerse una idea del conjunto del pueblo-, que se pueden encontrar y disfrutar desiertas si se visita al margen de un fin de semana o festivo. Por el pueblo hay varios restaurantes que sirven el cocido y otros productos de la zona, muy frecuentada por peregrinos. De hecho, aquí los caminantes dicen adiós a Castilla para adentrarse ya en la última etapa del camino por tierras gallegas.

En Castrillo no hay ningún monumento concreto para visitar, todo el pueblo es en sí un museo al aire libre sobre la arquitectura maragata (www.castrillodelospolvazares.net). A siete kilómetros, en Santiago Millas, está el Museo de la Arriería, con fotos, objetos y documentación sobre el oficio. Abre los sábados y los domingos, de 12 a 14 horas, y de 16 a 19 horas. La visita a la Maragatería hay que completarla con una parada en Astorga. En la capital de la comarca es tradición pararse a las horas en punto ante la torre del Ayuntamiento y observar a una pareja de maragatos marcar las campanadas. La catedral, el palacio episcopal (obra de Gaudí), la plaza Mayor y el sugerente Museo del Chocolate son otras de las joyas astorganas.