¿Por qué no una escapada primaveral a Toscana? ¿Y por qué no algo diferente a lo que suelen ser los circuitos habituales por esta región italiana? Con un poco de antelación se pueden conseguir billetes de avión económicos hasta Pisa vía Madrid. Y una vez en la ciudad de la torre inclinada, sólo queda coger un coche de alquiler y poner rumbo al sur toscano en un viaje de unas tres horas. Para alojarse, son muchas las posibilidades (villas, apartamentos, hoteles, agroturismo). En el blog http://turismo-toscana.blogspot.com/, gestionado por una pareja que reside en Toscana y nutrido por los propios visitantes, se ofrecen datos útiles de alojamientos, además de restaurantes y sitios a visitar.

Una opción es disfrutar de las abundantes termas que hay por toda la región. En concreto, de la Cascada del Molino, en el pequeño pueblo de Saturnia (provincia de Grosetto). El acceso es gratuito y sin ataduras de horarios (http//maremma.guidatoscana.it). Sus aguas sulfurosas brotan de la tierra con gran fuerza y forman pequeñas y cómodas piscinas en la roca en las que instalarse. Están a unos 37 grados y con un poco de suerte el baño se realiza sin grandes agobios de gente. Eso sí, siempre y cuando la visita se haga fuera de las fechas de mayor afluencia turística y de los fines de semana. Ojo para llegar, pues el camino de acceso está más bien escondido y mal señalizado, lo que no deja de ser una suerte, por otro lado.

El vial acaba a unos 20 metros escasos de la cascada -hay aparcamientos en los márgenes de la carretera-, cerca de la cual hay un pequeño bar con terraza. Sólo hacen falta un bañador y unas chanclas para disfrutar de unos baños relajantes y terapéuticos, al estilo de los que se daban los etruscos. De hecho, en la zona hay importantes necrópolis, como las tumbas de Sovana.

No está de más acercarse a este último pueblo o a los también vecinos de Sorano y Pitigliano tras pasar un rato en las aguas. Se dice que alivian la artritis, ayudan al hígado en su función y mejoran la piel, entre otros beneficios. Todo un placer, y además sano. Lo peor, el olor: como a huevos podridos.