Japón exporta algo más que sedas, alta tecnología e innovaciones en el mundo del automóvil. El país del Sol Naciente es hoy, más que nunca, punto de referencia en la arquitectura mundial. Una prueba son los ganadores del último premio «Pritzker», considerado el Nobel de la arquitectura.

Se trata de Ella Kazuyo Sejima, que tras Zaha Hadid es la segunda mujer que lo gana, y Ryuue Nishizawa, su socio desde 1995 y pareja sentimental, diez años más joven que ella.

A quienes los nombres de estos dos maestros de arquitectos no les digan mucho habría que explicarles que son los artífices del estudio Sanaa, una de las actuales referencias de la arquitectura mundial.

De sus mesas de diseño han salido delicados proyectos como el nuevo Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York, la sede de Dior en Tokio y el más reciente Rolex Learning Center de Lausana, a orillas del lago Leman, que ha sido toda una revolución en Suiza.

En la recámara de Sanaa se guarda con celo el proyecto de ampliación del Museo del Louvre parisino y la del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM).

Los japoneses predican con el ejemplo y han llenado su país con esas construcciones que parecen grandes bomboneras huecas, donde el espacio flota entre cristal, acero y madera.

Un buen ejemplo es el centro cultural de la capital japonesa, se llama Tokyo Midtown. Lo pueblan el 21_21, un taller promovido por el diseñador Issei Miyake y diseñado por el arquitecto nacido en Osaka Tadao Ando; el Midtown Tower, el edificio más alto de la ciudad, y galerías de arte.

Las construcciones niponas más modernas y las líneas más ágiles de la arquitectura futurista se alzan al lado de bloques de apartamentos y casas de madera que parecen mantenerse en pie gracias a una tupida red de cables eléctricos. Japón es un país de contrastes. Muchos topónimos japoneses conservan el regusto del antiguo mundo rural.

Las estaciones de metro Morishita, Mita y Takebashi significan, respectivamente, «bajo el bosque», «tres campos de arroz» y «puente de bambú»; el tranquilo barrio de Uguisudani, «el valle de los ruiseñores», y el tecnológico barrio de Akihabara, «llanura de las hojas del otoño».

En este oasis zen donde se cuecen las nuevas tendencias desarrollan su actividad interioristas como Shigeru Uchida, firmas de moda como Comme des Garçons, de coches como Naoki Sakai o el arquitecto y diseñador industrial Masanori Uneda (conocido por sus muebles en forma de flor). Todos son japoneses que han influido en artistas occidentales. De hecho, Occidente, más que nunca, se construye desde Japón.

La tendencia lencera y delicada que impera este verano se traduce en detalles delicados como los bordados que se complementan con perlas que pueblan los diseños color maquillaje más exquisitos de la temporada. Reem Acra utiliza los frutos de mar en un diseño nude con aplicaciones de encaje que resulta especialmente favorecedor cuando la piel está bronceada.

Kazuyo Sejima, alma máter del estudio Sanaa de arquitectura, estudió en la Japan Women's University (Universidad femenina japonesa) antes de trabajar para el célebre Toyo Ito.

Lord Palumbo, presidente del jurado del «Pritzker», justificó la concesión del galardón aludiendo a «una arquitectura que es simultáneamente delicada y potente, precisa y fluida, ingeniosa pero no demasiado astuta». Elogió «la creación de edificios que sucesivamente interactúan con sus contextos y con las actividades que contienen, creando una sensación de plenitud y de rica experiencia». Aunque la mayoría de la obra del estudio Sanaa se encuentra en Japón, su irresistible ascensión en la última década les ha granjeado encargos por el mundo. En España la ampliación del Instituto Valenciano de Arte Moderno encierra el edificio en una piel traslúcida de metal perforado.

Madeleine Vionnet no tiene tanto nombre como mademoiselle Coco pero su legado en el mundo de la moda es tan imprescindible. Fue la inventora del corte al bies y la costurera más importante de principios de siglo XX. A ella se le debe la supresión del corsé y el arte de los drapeados y el estilo greco-romano.

El encargado del regreso de la firma es Rodolfo Paglialunga, asistente durante 13 años de Miuccia Prada y que se unió a la firma en marzo para diseñar la colección de primavera-verano que se presentó durante la Semana de la moda de París. Las sandalias de ante con cristales de swarovski cuestan 761 euros.