La pesca de la angula ha dado pie a numerosas anécdotas en Soto del Barco. Noches en las que las capturas se contaban por decenas de kilogramos, colas interminables para subastar el género a pie de rula o memorias de tiempos en los que el valor del alevín era tan ínfimo que servía como abono o simple sustento para las gallinas. Este fin de semana, decenas de amantes de lo exquisito acuden al concejo para probar este manjar con motivo de la celebración de la vigésima sexta edición de las jornadas gastronómicas del «oro blanco» del Nalón. Lejos de la repercusión mediática del evento, la ría sigue siendo fuente de historias como las de las sotobarquenses Luisa María Pérez y María José Granda, dos de las cuatro anguleras que faenan en la ría.

Luisa María y María José van a la angula desde hace quince años. «Empecé yo y pocos meses después María José decidió seguir mis pasos tras una noche en la que pesqué 800 gramos», precisa la angulera sotobarqense. Desde entonces ambas son inseparables. «Siempre vamos juntas. Ya nos conoce hasta el Seprona. Tal es así que a veces, cuando acuden al río sus agentes, sólo registran la licencia de una de las dos», comentan entre risas.

«Pescar angula te engancha. Cuando no pescas nada regresas a casa pensando en que al día siguiente no volverás, pero al instante ya estás comprobando la tabla de mareas», subraya María José. Su compañera de fatigas va incluso más lejos. Luisa señala que el río es un lugar donde reina la tranquilidad, la calma absoluta. «Es obvio que acudes porque te aporta un beneficio económico. No obstante, también te permite relajarte y aparcar todo lo demás por un momento», matiza.

Las dos pescadoras ni siquiera fallan una noche a su encuentro con la ría. «No faltamos ni cuando tenemos catarro», recalcan. Cada mes de octubre, Luisa y María acuden al sorteo de puestos que tiene lugar en la rula de San Juan de la Arena. «Cuando los hombres nos ven deben de pensar que no nos jubilamos más, que no acaban con nosotras», sonríen, y aseguran que, al fin y al cabo, todos se conocen unos a otros. «Creo que soy capaz hasta de distinguir en la oscuridad las voces de muchas personas cuando estamos trabajando», afirma María José.

El silencio impera en las noches de pesca. Tan sólo es quebrantado por el movimiento de algún ser en el agua o por el tono de los teléfonos móviles de los anguleros. «Cuando no suena ninguno es que la cosa va bien», advierten. Las capturas han caído en picado durante la presente temporada. «Este año está siendo nefasto. Apenas ha llovido», manifiestan. La escasez de precipitaciones ha propiciado un descenso del caudal del río. «Tan sólo hubo un despunte durante el temporal de principios de febrero», advierten. La flota angulera ya ha amarrado acogida a un paro biológico. El próximo día 31 Luisa María, María José y el resto de anguleros a pie colgarán también sus «piñeras» hasta la próxima campaña.

Recetas del ayer y de hoy

La cultura culinaria que gira en torno a la angula debe mucho a las cocinas tradicionales de Soto del Barco y San Juan de la Arena. Épocas atrás, durante los años en los que llegaban a capturarse varias toneladas de alevín, su presencia era una constante en los domicilios sotobarquenses durante las épocas de invierno. En los cocederos y fogones del concejo la experiencia ha sido transmitida de padres a hijos, lo que otorga un plus al ya de por sí valorado producto.

No cabe duda de que la receta por antonomasia es la cazuela de angula preparada con ajo, un chorro de aceite de oliva y guindilla. Otro clásico es la tortilla de angulas. No obstante, quizás uno de los platos más castizos sea la angula guisada, ahora recuperado por algunos restaurantes de la zona. En concreto, este modo de consumir la angula era propio de épocas en las que era imposible conservar el producto, por lo que se optaba por guisarlo y así mantener sus cualidades intactas durante más tiempo.

La ensalada de angulas, servida sobre un plato untado con ajo y rociada con aceite y limón al gusto del consumidor, es otra de las recetas que cada año cobran más protagonismo.

Con fabas, revueltas con oricios o salteadas con setas y langostinos son otras de las preparaciones que admiten las angulas.