Milagros Novo Feito regenta, desde hace casi tres décadas, el conocido restaurante Lhardy, fundado hace 173 años. De visita en Noreña, donde participó en el gran capítulo anual de la Orden del Sabadiego, Novo Feito habló con LA NUEVA ESPAÑA de su experiencia al frente del acreditado establecimiento madrileño.

-Usted tiene ascendentes asturianos?

Mi abuelo Antonio Feito, su esposa, su hermana y su cuñado se quedaron con el negocio en octubre de 1926. Eran tres de Gera, en Tineo, y uno de León. Lhardy ha pertenecido a nuestra familia desde entonces. Ahora estamos al frente mi primo Javier y yo.

-¿Sus hijos continuarán con el negocio?

Mi hijo Daniel, que es economista, quiere seguir. Pero hay que superar esta época tontorrona.

-No parece que estén capeando mal el temporal...

Creo que siendo optimistas y positivos será más fácil. Pero está muy desigual, lo mismo una noche tienes 80 personas y al día siguiente no tienes a nadie. Y como la gente no reserva hay que estar preparado siempre para llenar, con los cocineros, los camareros?

-En los últimos años, sin embargo, han abierto pequeñas sucursales...

Sí. En el mercado de San Miguel tenemos un pequeño puesto, al lado del Sushi, y hemos abierto también en el mercado de Torrijos, en pleno barrio de Salamanca, porque hay muchos clientes en esa zona y así no tienen que venir a buscarlo a la Puerta del Sol. Pero no podemos trasladar lo que es Lhardy, que es lo bonito.

-Sufrieron un incendio recientemente. ¿Se han recuperado?

Hizo dos años el uno de octubre. Afectó a la parte nueva, no a la antigua, sobre todo al salón Gayarre. En tres meses ya teníamos abierto todo y de las cosas importantes no se quemó nada, pero fue muy gordo.

-Los productos asturianos no faltan en la tienda y el restaurante.

No, hay variedad. Tenemos la mantequilla, el chorizo y la morcilla, entre otras cosas. Por ejemplo, cuando necesitamos fabes también las pedimos a Asturias. Tengo un proveedor que siempre me dice que cuando quiera hacer la fabada en mi casa, me lleva el embutido de Noreña. Yo en casa hago fabada 3 o 4 veces al año. Mis hijos me la piden.

-La fabada asturiana encajaría en la cocina madrileña, que es también muy rotunda?

Sí, y es un plato único, que luego con que hagas papas de arroz para terminar, es bastante. Y yo las hago al estilo de Tineo. Así, el día que se hace comida asturiana en casa, todo es de Asturias.

-¿Han pensado en integrar nueva cocina?

Lo que estamos haciendo son platos un poco más acorde con los gustos de lo jóvenes y a precios económicos. Y también una carta más suave, con ensaladas y platos ligeros. Pero seguimos con nuestros platos tradicionales y trabajando en lo que es lo nuestro. Si metemos la nueva cocina no haríamos ni una cosa ni otra. Y preferimos seguir con lo que sabemos hacer bien.

-El cocido no pasa de moda?

No, y además ahora está cogiendo más importancia y más fama otra vez, porque hubo una época en que nos habíamos quedado un poco obsoletos. Se pusieron de moda otro tipo de platos, pero siempre se vuelve a la tradición, y yo pienso que el cocido y los callos nunca van a pasar de moda.

-¿Cómo llevan la fama de Lhardy, que en el restaurante se debatan asuntos de Estado?

Creo que estamos habituados a tener por allí a gente conocida, pero nos pasa a muchos de los centenarios. Como Casa Ciriaco, donde va con frecuencia la Casa Real, y a Casa Alberto van muchos políticos. Tenemos el Congreso de los Diputados muy cerca.

-Otro establecimiento centenario, el Café Gijón, ha tenido problemas con su terraza?

La terraza es muy bonita. Pero el Café Gijón tiene categoría para sobrevivir con y sin ella.

-Supongo que tendrá muchas anécdotas que contar?

Sí, aunque no queremos hablar de personajes de la actualidad, porque Lhardy es discreción. Pero siempre hay una anécdota que nos gusta contar: estando la reina Isabel comiendo en el salón japonés, hubo un reto a duelo en el isabelino, dos caballeros se desafiaron y tuvo que subir la Policía para resguardar a la reina y que no se viera envuelta en el escándalo. Es de las primeras anécdotas de Lhardy, que era el único sitio al que podían salir a comer, fuera del Palacio Real.