Todo tiene su lógica y en lo de comer al revés el cocido maragato -típico plato de la comarca leonesa de la Maragatería con la ciudad de Astorga como referencia- se debe, cuentan, a que los arrieros no paraban ni para almorzar y, por tanto, daban cuenta primero de la suculenta carne para evitar que se enfriase. Luego, iban, por este orden, la verdura y los garbanzos y, finalmente, la sopa. Otra explicación es que en plena invasión francesa, en el XIX, los maragatos comían en el campo cuando sus mujeres les avisaban, un aviso que también escuchaban las tropas napoleónicas. Y los primeros, para evitar que los invasores se llevasen la mejor parte del cocido, optaban por comerse primero la carne.

Explicaciones aparte, lo cierto es que en estos días que las temperaturas caerán en picado un buen cocido maragato es de agradecer. Sólo hay que coger el coche y cruzar la Cordillera hasta el vecino León. Uno de los pueblos más típicos es el famoso Castrillo de los Polvazares, donde se puede contemplar la bonita arquitectura de la zona, con casas de mampostería de piedra y tejados de teja árabe. Pero menos masificado y, por decirlo de alguna manera, más genuino es el pequeño pueblo de Santiago Millas (o Santiagomillas), a pocos kilómetros de Astorga por la carretera LE-133. Es conjunto histórico desde 1998 y está considerado como la capital de la Maragatería.

Allí, en Casa Lucinio -restaurante ubicado en una casona típica del siglo XIX- se puede comer un rico cocido al tiempo que ilustrarse en la historia de los maragatos. Hay un pequeño museo que abre sábados, domingos y festivos de 12 a 14 y de 16 a 18 horas en esta época, aunque más vale confirmar horarios en el Ayuntamiento (987630275). Merece la pena darse un paseo por todos los rincones del pueblo -dividido en dos barrios- con fuentes de piedra y coquetas iglesias.

En coche se puede viajar hasta el remoto Filiel, pequeño y frío pueblo ubicado en la falda del Teleno, y visitar Astorga, rica en patrimonio y donde cumplir con la tradición de comprar los ricos hojaldres y mantecadas. Y, cómo no, acudir puntual a las horas a la plaza del Ayuntamiento para ver las graciosas figuras de dos maragatos tocar la campana.