La sencillez con la que hace sus vinos Pingus -su apodo de niño, por unos dibujos animados- la lleva encima este danés y ribereño de adopción. El 90-95 por ciento de la producción se exporta a 41 países y sus botellas se venden por mil euros, pero le da hasta cierto apuro decirlo. En contra del excesivo ritual y esnobismo que a veces rodea el mundo del vino, reivindica el que hacían los abuelos, «sin química, barricas ni historias».

-Dicen que el refranero y las canciones populares siempre tienen razón, así que ¿al que no le guste el vino es un animal? No sé si conoce la canción...

Pues no, no la conozco, pero sí se puede decir así un poco si entiendes que el animal es la naturaleza y lo nuestro es la cultura. Si a uno no le gusta la cultura, es un animal, ¿no? El vino siempre ha estado muy ligado a la humanidad.

-Y en España siempre se dice que hay una gran cultura del vino, pero ¿realmente sabemos de vino o a veces nos dejamos llevar por otros aspectos como el precio?

Es cierto que hay mucha pasión, pero otros países con la misma cultura y las mismas posibilidades han sabido sacar más provecho. Tenemos grandísimos terruños y viñedos que no se saben realmente utilizar. Yo comparo el vino en España con el pan... Mucha gente antes hacía su vino, todos tenían un abuelito que hacía su vino y que, por supuesto, era el mejor. Y todo eso se ha perdido; por tradición, se han mimado mucho las grandes producciones, vinos a un precio ajustado. Algunos intentamos buscar viñedos singulares, intentamos dar más importancia al suelo y al viñedo, no entendemos tanto la viticultura como una agricultura donde sólo se busca rendimiento y dinero.

-¿Hacen falta más catas para acercar el vino a la gente?

Sí, pero el vino tiene a veces un lado de cierto esnobismo muy malo. Antes, los abuelos estos que hacían el mejor vino lo tomaban a diario como algo normal, sin ritual. Entiendo que hay grandes vinos y momentos que deben tener cierta ceremonia, pero a veces a mí hasta me asustan las copas, tan grandes... Falta chateo, tomar un vino sencillo pero honesto, ese vino natural de la tierra, sin química, ni barrica ni historias. Hay demasiada ambición, demasiada técnica. El tercer vino que hago está inspirado en esto. Hemos olvidado lo normal bien hecho, y no todo tiene que ser diseño y lujo.

-¿De dónde viene su pasión?

El vino siempre fue muy importante en mi casa, mis abuelos eran grandes coleccionistas, tenían una bodega clásica pero con burdeos, borgoñas, algunos viejos riojas... Yo probé un 64 Murrieta que era maravilloso con 14 o 15 años. Y lo recuerdo como uno de los grandes momentos. Además, mi tío tenía viñas en Burdeos.

-De hecho estuvo con él en Burdeos, luego fue a California... hasta que llegó a España en los noventa.

Llegué por casualidad pero fue una gran suerte, porque aquí hay tantas posibilidades... Es fantástico formar parte de la historia del vino en España y espero seguir y hacerlo lo mejor posible.

-El Pingus es, según los expertos, el mejor vino de España y uno de los mejores del mundo. ¿Fue una sorpresa para usted?

Cuando hice la cosecha del 95 tenía una pequeña bodega, casi un garaje, con un par de depósitos pequeños y barricas por todos los lados. Cuando el vino ya estaba en barrica, una estaba demasiado llena y para vaciarla un poco bebí el exceso de vino y probé una cosa que en la vida había probado. Fue un 'pum', una sensación muy emocionante; sabía que era algo bueno.

-¿Y se sorprende aún de su vino?

Sí, anteayer, probando el 2012. Todos decimos siempre que la última añada es la mejor, pero creo que hemos logrado una finura que no habíamos conseguido nunca. Es un grandísimo vino que hemos conseguido en parte porque siempre estamos repensando. Tenemos un laboratorio, una locura para el tamaño de la bodega, porque tenemos que aprender tanto y tan rápido...

-¿Hay algo comparable para usted a una buena copa de vino?

Debe ser como la gente que tiene talento para tocar un instrumento, cuando da un buen concierto.

-Cada poco publican un estudio en el que se destaca algún beneficio del vino, va bien para todo... ¿Las borracheras con un buen vino son también mejores?

(risas) Siempre se debe beber con moderación, pero una buena borrachera no es mala, puede ser inspiradora, aunque no muy rentable. He ido a cenas largas con grandes vinos en las que no te das cuenta de la cantidad que bebes y no te sientes alterado. Los buenos vinos emborrachan distinto, embriagan más el espíritu que el cuerpo.

-Es fácil pensar que las botellas de mil euros de Pingus sólo las compran los ricos, pero no sé si está tan claro...

Conozco a muchos aficionados al vino, de clubs de degustación, amigos que se unen y compran una botella. Sé que es mucho dinero, y me da cierta cosa el precio, pero no es algo que yo he puesto, es el mercado. Hay gente que hace eso y también grandes coleccionistas. Pingus es caro, pero hay otros en el mundo que lo son más.

-La primera cosecha de Pingus 1995 se hundió en el Atlántico camino de Estados Unidos ¿Qué valdrían ahora esas botellas?

Hay un montón de vinos importantes en ese barco que se hundió y he oído que hay gente estudiando dónde está que quiere hacer una inspección, pero creo que está muy profundo y que hay muchas botellas rotas. De Pingus se perdieron 75 cajas, 900 botellas.

-Destacan su carácter experimentador. ¿Echa de menos ahora esa capacidad de riesgo, especialmente en los jóvenes?

Es inquietante en España la falta de emprendedores. Uno tiene que arrancar, tiene que haber más Estere Job sentados en un garaje con cuatro amigos intentando sacar algo de ahí. Hay muchas formas de estimular esto, no entiendo que no se apoye más a los jóvenes.

-¿Qué hay que tener para llegar a crear un Pingus?

Lo primero es un gran conocimiento del vino, no sólo de tu región y tu país. La experiencia en las catas es imprescindible, y entre los jóvenes veo que eso falta.