Posiblemente sean los meses de primavera y verano los más codiciados por aquellos que gustan de disfrutar de Caravia, en el oriente asturiano, tanto si hablamos de paisajes de monte y montaña, como de playa. Pasear por la playa de La Espasa, al atardecer, o por el Arenal de Morís, igualmente bello, es un lujo para aquellos que pueden hacerlo todo el año, si el tiempo acompaña. Y es que Caravia tiene un encanto y deja una impronta, en el viajero difícil de olvidar, sobre todo mirando sus casas indianas, de las que tiene una buena muestra este concejo que limita al Norte con el mar Cantábrico; al Sur, con Parres, de quien le separa la sierra del Sueve; al Este, con Ribadesella, y al Oeste, con Colunga.

Contando, además, como uno de los grandes atractivos para el viajero el Fitu, tiene Caravia un importante pasado minero tal y como recuerda Luis Francisco Fidalgo Migoya, cocinero de Casa Carlos, en Caravia Alta, quien matiza que la potenciación turística de su concejo fue posterior al cierre de la última mina de espato flúor, allá por 1986, lo que motivó que gran parte de la población se reconvirtiese hacia el sector ganadero y turístico.

Él, ante los fogones, donde se maneja con soltura y sobrada experiencia a la hora de realizar platos tradicionales asturianos, comparte la actividad diaria del bar ubicado en Caravia Alta, al borde de la carretera y frente a la iglesia, junto a sus dos hermanos, Carlos y Javier.

Este joven cocinero asturiano, que se formó como tal en la Escuela de Hostelería de Oviedo, recuerda con cariño a sus abuelos, Francisco y Concha, que allá por 1950 abrieron el local con el nombre de la abuela. Como muchos establecimientos de este tipo en Asturias, durante los primeros años también tuvo tienda. «Con los años terminó haciéndose cargo del bar mi padre, Carlos Fidalgo, que falleció el año pasado. Mis hermanos y yo cerramos la tienda y en ella abrimos el comedor que tenemos hoy, con capacidad para 34 personas». También sirven en el chigre así como en las mesas de la terraza. Allí es donde se pueden degustan algunos de los platos que con maestría, y en cantidades generosas, elabora Luis Francisco Fidalgo, y que sin duda recuerdan a la comida de casa. Así, entre algunas de sus especialidades, están los rapitos al horno en salsa con patatas panadera. Explica que se trata de rapes (pixín) pequeños, de ahí el nombre, rapitos, aunque visto el que ha servido aquí, cabe preguntarse que si éste es el pequeño, ¿cómo serán los grandes?

Otros platos demandados, ademas de su carta de picoteo, son, por citar algunos, el cachopo tradicional, de buen tamaño; calamares en su tinta, pulpo con patatinos, parrochas, fritos de pixín, rosca (torto) de maíz con huevos y picadillo y el solomillo de cerdo a la plancha o con salsa de cabrales. Por encargo también preparan lubina al horno, patatas rellenas de carne y picadillo de chorizo, boroña preñada, empanadas de bonito y carne y también tortilla de patata «de la de toda la vida». En cuanto a postres, a destacar el arroz con leche, el helado de turrón y el hojaldre con helado y chocolate. Tiene menú diario y de domingo. No cierra nunca.