Esta semana se ha celebrado en Madrid un exitoso evento promocional sobre los vinos tradicionales andaluces. Mis fuentes vinícolas, que casi nunca me fallan, han comentado que los "sherry wines" serán tendencia en los próximos tiempos. Disculpen mi falta de modestia, pero eso lo tengo claro. Para apuntalar mi atrevimiento, les presento lo que para mí es uno de los vinos de mejor calidad/precio del mercado: el amontillado Tío Diego. Me consta que uno de los, de momento, escasos acólitos de este vino montará en cólera cuando lea esta columna, su temor a que su amontillado de cabecera sea conocido por el gran público le hará salivar kilos de levaduras de velo en flor, así que les ruego que no corran la voz.

Manzanilla, fino, amontillado, oloroso, palo cortado, pale cream... son nombres habituales de los que siempre hemos oído hablar, pero de los que, por norma general, lo ignoramos todo. El vino de Jerez es único, siendo la más notable contribución española al universo del vino y de la gastronomía. Son vinos extremadamente versátiles, con variedad de estilos y en los que siempre encontraremos un tipo de palo para cada ocasión.

Tío Diego es totalmente seco, como consecuencia de la fermentación de los mostos procedentes del excelso pago Macharnudo Alto y que conforman el Fino Inocente. Después de criarse por el sistema de criaderas y solera en botas jerezanas durante más de ocho años bajo velo flor, es sometido a un periodo de otros ocho años de crianza oxidativa, una vez desaparecido ese mágico velo.

Esta joya enológica es por derecho propio el aperitivo por excelencia, pero sus posibilidades van mucho más allá, hasta donde llegue su propia imaginación. Con Tío Diego puede hacerse una comida entera. Idóneo para sopas, carnes blancas, pescados azules y quesos curados. Con unas lascas de viejo queso parmesano o manchego hará excelente armonía. Pruébenlo con langostinos, cómo no, ¡¡¡de Sanlucar!!!, o con unas almendras fritas en aceite de oliva espolvoreadas con sal gorda, y no digamos nada con un arroz caldoso con pato o con pollo de aldea.

Más simple que todo ello, sírvanlo en copa de borgoña, agítenlo ligeramente y esperen a que se expandan sus aromas, ya me contarán.