Candás (Carreño) / Luanco (Gozón), Mónica G. SALAS

Mary Carmen Fernández, Etelvina Rodríguez y Josefina Carrera, más conocida como "Cuca la Montañesa", son abuelas de una de las tradiciones más viejas y dulces que conservan Candás y Luanco. Ellas llevan toda la vida dando forma a la típica receta de Pascua: las marañuelas. Ahora que la festividad ha llegado, estas tres vecinas ya se han puesto con las manos en la masa. En los próximos días cocerán cientos de estas galletas con las que agasajarán a familiares y amigos, sin olvidarse del mítico bollo que entregarán mañana, Domingo de Ramos, a sus ahijados.

Aunque el aspecto es similar, el sabor y el aroma son diferentes. Cada villa marinera imprime su toque personal. Las candasinas, Mary Carmen Fernández y Etelvina Rodríguez, utilizan anís, canela y carbonato de amonio -hay quien lo sustituye por levadura potax- para la elaboración de los dulces, a diferencia de las de Luanco, que no emplean ninguno de estos ingredientes, como asegura Cuca la Montañesa. No obstante, la principal diferencia entre ambas recetas radica en los huevos: mientras que las pastas de Carreño llevan doce enteros, las de Gozón, once yemas y sólo uno entero por cada kilogramo de harina, Estas últimas salen, por tanto, más crujientes. Aun así, las dos marañuelas del Cabo Peñas cautivan por igual a todo aquel que las prueba. ¿Su secreto?

Mary Carmen Fernández, de 66 años, opina que lo más importante es seguir la receta "de siempre". En su caso, la de su tía, Jacoba Serrano, que fue su maestra cuando tenía tan sólo seis años. Con harina, azúcar, canela, raspadura de limón, anís, manteca, huevos enteros y carbonato de amonio, Fernández elabora una masa que trabaja en un barreño. La clave está en ir agregando el harina poco a poco y en conseguir un conjunto homogéneo. Para ello, habrá que moldear bien la pasta, primero con las palmas de las manos, y luego, con los puños. Tras ello, explica la candasina, el siguiente paso es trocearla y elaborar las formas. "Hay muchas. Yo suelo hacer flores, lazos, bollinos, coletas...", apunta mientras las pone en práctica y coloca unas pocas sobre la bandeja. Ahora ya sólo queda llevarlas a cocer al horno de leña de una panadería.

Entre una cosa y otra, Mary Carmen Fernández llega a hacer en Semana Santa más de 300 docenas, y ni una sola queda en casa. "Las regalo todas. Yo no sé si es por verlas tanto, pero no las puedo comer, no me dan más", afirma en presencia de su amiga Mely Albaredo. Tampoco las saborea mucho Etelvina Rodríguez, de 77 años, pero ella por razones muy diferentes. "No puedo tomar mucha azúcar, pero a mí las "llambiotades" me gustan todas", dice antes de ponerse en faena, con los mismos ingredientes que Fernández sobre la mesa. Esta vecina de Candás, que elabora marañuelas durante todo el año, revela el segundo secreto de este dulce: los ingredientes. "Hay que utilizar productos de calidad: huevos del aldea, buena manteca...", dice, pero esto tanto en la receta candasina como en la luanquina.

De esta última es gran conocedora Cuca la Montañesa, que a sus 82 años da forma a las mismas galletas que le enseñó a hacer su madrina, Asunción "la Fuxia", cuando era una cría. "Las marañuelas de Luanco se hacen con un kilogramo de harina, once yemas y un huevo entero, raspadura de limón, un cuarto de manteca cocida y medio kilo de azúcar", dice de carrerilla. Ella también explica con exactitud los pormenores del bollo -tiene sólo una forma, similar a una cruz- que, en definitiva, son los que llevan menos cantidad de ingredientes que la marañuela, al igual que sucede en Candás. La tradición es que padrinos y madrinas regalen mañana este dulce, elaborado a gran escala, a sus ahijados, a modo del típico bollo de Pascua que se ofrece en Avilés.

Mary Carmen Fernández, Etelvina Rodríguez y Cuca la Montañesa son tres de las pocas mujeres que en las dos villas marineras siguen haciendo marañuelas en sus casas. Opinan que se está perdiendo esta tradición por falta de relevo generacional, y eso que este dulce ya tiene años de historia. Según cuenta un mito popular, fueron los vikingos que desembarcaron en Antromero (Gozón) los que trajeron esta sabrosa galleta. A raíz de ahí, las mujeres de los marineros empezaron a elaborarlas bajo el nombre de "marañas", ya que eran de larga duración y podrían soportar los viajes en alta mar. "Esto acabará desapareciendo, porque ahora la gente joven ya no las hace y los mayores llega un momento en que ya no podemos", opina Etelvina Rodríguez. "Influye todo, la crisis también. Son productos caros y como ahora las hay para vender...", añade, por su parte, Mary Carmen Fernández. Con todo, las abuelas del Cabo Peñas abogan por la creación de una escuela o por la organización de talleres en los que se enseñe a los jóvenes cómo hacer las galletas estrella de la Semana Santa de Candás y Luanco.