La pasarela londinense ha dictado sentencia y augura un otoño-invierno 2017-18 repleto de flores, encajes y cortes transgresores. La inspiración victoriana continúa de la mano de la firma Erdem, con vestidos repletos de encajes y flores, también presentes en la colección de Christopher Kane, una especie de oda a esos cortinajes y tapizados de cretona estampados tan típicos de las casas de campo.
Si los desfiles neoyorquinos muestran la pura innovación, los de Milán enseñan la moda más práctica y los de Madrid continúan luchando por buscar su espacio, los de Londres siguen siendo un soplo de aire fresco, con propuestas con aires algo salvajes, pero siempre teniendo en cuenta que una prenda sin buen corte y costura es un esfuerzo inútil. Los jóvenes diseñadores han sido este año los protagonistas en la pasarela, cercana a la London School of Economics. Tanto Erdem y Christopher Kane como Mary Katrantzou, Antonio Berardi y Ashish dieron rienda suelta a la imaginación, mezclando tejidos potentes como el terciopelo y el satén con reminiscencias orientales, cuellos subidos, mangas farol y vestidos vaporosos hasta el tobillo.
Kane ofrece vestidos cortados al estilo origami, con plisados metalizados y prendas oversize. Mary Katrantzou, como siempre, casa a la perfección modernidad y toques retro con guiños al arte clásico, plasmados en prendas repletas de colorido. A pesar de los manifestantes que protestaban en la calle contra el uso de pieles naturales, que, por cierto, cada vez se ven más por las vías londinenses, la creadora, de origen griego, sacó a la palestra un magistral abrigo de tejido de cuadros, a juego con una falda lápiz, con un enorme cuello de mouton, que cosechó aplausos y buenas críticas.
Brocados y bordados sobre tul y terciopelo permiten soñar con esa elegancia perdida que algunos creadores se empeñan en recuperar, aunque adaptada a los nuevos tiempos, en los se dispone de minutos contados para cuidar y mimar la ropa.
