El sentimiento de la charanga va más allá de ser parte de un grupo que prepara una representación durante meses y vive seis días intensos una vez al año durante el Antroxu. "Es como una cuadrilla de amigos, un ambiente único y sin comparación", comenta Miguel Ángel Hernáez, que lleva 26 años en el grupo "Kop'a de vino". Junto a él tienen voz y voto en la charanga otros más jóvenes, como Isaac Lastra y Alejandro Patallo, con una presencia de diez y seis años respectivamente en el grupo. "Nos vemos casi todos los fines de semana, tenemos peña de la quiniela, celebramos campeonatos de dardos... nos pasamos media vida en el local", comenta Lastra. "Una vez que entras te metes en una familia que te hacer ver de forma diferente el carnaval", añade Patallo.

Llega el gran día y comienzan a paladear una fiesta que llevan muchos meses preparando. "Se disfruta absolutamente todo; hasta que llega el concurso tienes los nervios a flor de piel y te come el gusanillo", comenta Isa Rodríguez, de Los Tardones, que acumula ya una doce años actuando en el Jovellanos. "El caso es pasarlo bien", resalta Felipe Allende, que ha participado en 23 fiestas de carnaval en Gijón. "El Antroxu es gracias y por las charangas. Si nos vamos, se muere", añade.

Su relación con el Antroxu ha tenido un antes y un después de integrarse en una charanga. "Tiene que gustarte mucho y disfrutarlo para seguir en esto, porque supone un trabajo muy sacrificado", resume Octavio Alonso, integrante de la charanga "Xolgoriu baxo l'horru". "Aparte de disfrutar tú tienes la responsabilidad de que la gente se distraiga y lo pase bien", cuenta, al mismo tiempo que reconoce, como aviso a navegantes, que "esto no es Cádiz, solo se puede tener percusión, no puede haber tanta variación como allí, y hay que sacarse de la manga cosas distintas".

Las letras satíricas, músicas pegadizas y disfraces originales conforman el encanto del Concurso de Charangas. Algunas destacan por su tono reivindicativo, otras cuidan más la puesta en escena, pero todas buscan en su exposición pública hacer un guiño a la ciudad. "Intentamos ser divertidos y satirizarlo todo", cuenta Gustavo Rodríguez, de "Los Restallones", que añade que la clave del éxito pasa por "reírnos de todo lo que no se puede durante el año".

A otros como Dani Rodríguez, de "Os Brasileiros", les anima por encima de todo "meter caña". "Somos muy blandos, por mí atacaría a tope, a meter cuchillo y a volver a los tiempos de antes, en que nos metíamos mucho más con Oviedo", destaca.

Aunque las letras son fundamentales a la hora de intentar ganar un concurso que ya cumple treinta años, sin un vestuario original el triunfo se antoja difícil. "No buscamos ir de fantasía, sino de un disfraz que nos motive y dé vidilla, porque en grupo pierdes la vergüenza y lo disfrutas más", explica Toni Blanco, componente desde hace 18 años de "Perdíos de los Nervios". Y otro factor fundamental es la coreografía. "Nos gusta esforzarnos mucho en la parte del baile, aunque hay otras charangas que prefieren el teatro", relata José Menéndez, de 65 años, y con 18 de experiencia en "Xareu n'el Ñeru", que tiene claro que la edad no es un inconveniente para disfrutar: "Al que le guste la juerga, el cachondeo tiene que probar en una charanga".

Quien prueba queda enganchado y el momento de retirarse nunca acaba de llegar. Así le pasó a Vicente Rodríguez, que lleva 34 años con "Los gijonudos", que vuelve a concursar este año después de un cuarto de siglo sin hacerlo.

Al final el Antroxu cambia si se vive desde dentro de una charanga. "No es lo mismo participar en un grupo que ir de miranda", comenta María Jesús Fernández, de "Tracaná". "La emoción de salir, actuar y disfrutar del desfile no tiene comparación", afirma en la misma línea Yolanda Agulla, de "Folixa pa tos".