Para Eduardo Méndez Riestra un cocinero no es el novio de la Pedroche. Es una figura insustituible e indispensable de la gastronomía, pero no la única. En la gastronomía hay más figuras y afanes, como prueba su bien documentado Diccionario, que estos días ha visto la luz. Un grupo distinguido de cocineros, doce apóstoles, como él mismo se encargó de bautizarlos ayer en un acto celebrado en el Ayre Hotel de Oviedo, han premiado a Méndez Riestra, presidente de la Academia de Gastronomía Asturiana, reparando de este modo y con un homenaje todo el mérito que atesora después de haber sido el pionero, además del más notable de los divulgadores de la cocina de la región. Con la modestia que le caracteriza, el homenajeado se declaró un humilde amigo de quienes le premiaban y orgulloso de serlo.

De quienes le premiaban y de quienes le glosaban. Del "hombre invisible", el presidente del Consejo Consultivo de Asturias, Bernardo Fernández, que ayer estaba allí para hacer una semblanza de él tan emotiva como ilustrada y que cualquiera agradecería eternamente para sí mismo, dijo que era casi su hermano.

Fernández lo había presentado también minutos antes como un "amigo fraternal". Comparó su trayectoria con un "menú largo", de esos precisamente que Méndez Riestra no le gustan, pero que en su caso está justificado por el recorrido tan dilatado en la divulgación gastronómica. Libros, televisión, gestión de restaurantes en Madrid, hasta calificarlo como "el mejor de los críticos gastronómicos del país". Pero el más significativo de los elogios hacia el premiado fue el de considerarlo la persona que supo advertir mucho antes que otras en Asturias y en España que "la cocina es cultura". Dijo que en todo ello había tenido mucho que ver su vocación de afrancesado, sus estudios de filología francesa y su enorme curiosidad intelectual. Como Bernardo Fernández no es cualquiera expresándose, sino más bien, al contrario, un prodigio de erudición, citó a Stevenson en Hermiston para elogiar la honradez de su amigo. "No busquen en él adulación y condescendencia". Y trajo también a colación a Simon Leys para concluir sobre la figura de Méndez Riestra: "Si su obra nos apasiona es al hombre al que querríamos conocer mejor". El glosador no dijo a nadie indiferente.

Y a nadie, como es natural, dejó indiferente el glosado. Francis Fernández Vega, nefrólogo, miembro asimismo de la Academia de Gastronomía de Asturias, se deshizo en elogios hacia el libro que ayer se presentaba. "Estamos ante el quién es quién de la cocina asturiana". Para destacar el trabajo y el esfuerzo titánico de la obra, contó cómo Eduardo Méndez Riestra se había recluido y empapelado con el fin de sacar adelante el Diccionario. Parafraseando al propio autor, citó a título comparativo, a María Moliner con el fin de citar uno de los casos más paradigmáticos del enciclopedismo de autor en este país. "Es el gran registro de datos de un estudioso con una curiosidad insaciable". De manera afectiva se dirigió a él llamándolo "cocinólogo" como le gustaba ser conocido al desaparecido Xavier Domingo, otro de los grandes de la crítica gastronómica de este país. "Su diccionario es una guía que nos permitirá conocernos mejor", concluyó Fernández Vega.

Entre glosa y glosa, Méndez Riestra se quedó un rato mirando al respetable con el plato y el tenedor, la pieza diseñada por Pablo Hugo Rozada, de Candás, con que le distinguió Restaurantes de Fomento de la Cocina Asturiana. En ese momento seguramente acabó por moldear su sentida reflexión sobre la amistad. De bien nacidos es ser agradecidos. Más tarde, Pedro Morán, presidente del colectivo de cocineros, convocó a los asistentes a una cena ágape. El libro volvió a ser el protagonista.