La actriz Nuria Espert (Hospitalet de Llobregat, Barcelona, 1935) regresa a Asturias este fin de semana y lo hace con "Incendios", una versión de Mario Gas de la tragedia fulgurante más destacada del dramaturgo canadiense de origen libanés Wajdi Mouwad, el mismo de "Un obús en el corazón", que se estrenó en el teatro Palacio Valdés hace unos años. Se representa esta noche (20.30 horas) en el Centro Niemeyer y mañana y pasado, en el teatro Jovellanos (19.00 horas).

- ¿Qué tienen estos "Incendios"?

-Es una obra tan universal que causa temor. Parecía cosas de otros tiempos, pero sucede en pleno siglo XXI.

- Usted da vida a tres mujeres.

-Dos madres y una abuela. Mouawad las dibuja tan diferentes como únicas.

- Y la dirige Mario Gas.

-Es el mejor trabajo de Mario Gas en mucho tiempo. Llega al corazón del espectador, le pone frente al espejo terrible. Su profundidad supera trabajos suyos anteriores.

- ¿Y cómo dirige Gas?

-Al principio da mucha libertad a los actores para que desarrollemos nuestro trabajo. Su virtud principal es que sabe adecuar esta libertad con su propia idea del espectáculo. No llega al primer ensayo sabiendo qué es lo quiere hacer, pero finalmente redondea el montaje que tiene entre manos. Todo es cuestión de tiempo, en el teatro es fundamental.

- ¿Es mejor trabajar para el sector público o para el privado?

-Es diferente. La producción pública parte con algo solucionado: la cuestión económica. La producción privada recae sobre una persona o un grupo, ellos son los que tienen que jugársela. A veces, hasta su casa.

- Vuelven en nada a la Abadía, de donde partió la gira.

-Las localidades para julio y agosto ya están vendidas, así que también estaremos en septiembre y en octubre. Luego seguiremos con la gira. Estamos muy satisfechos: es una obra que exige valentía y fuerza de espíritu. La obra tiene tal fortaleza que consigue meterse en la cabeza del espectador y no soltarla.

- ¿Pensaban que iban a dar el campanazo?

-Lo cierto es que sí. Teníamos muy buena perspectiva: la obra se presentó en el teatro Español en la época en que Mario Gas estaba a su frente. Íbamos con el camino andado, sabíamos que resultaría y que la gente la iba a agradecer.

- Lleva sesenta años en la escena.

-¿Sólo sesenta?

- Muchos, en todo caso. Lo que quería saber es qué debe tener un papel para que lo elija.

-Que tenga que decir: un director, un título que me atrape, unos compañeros, que me proponga una aventura que no he vivido antes, que tenga riesgos. ¿Lo fundamental? Un buen director y actores que me gusten.

- No hace distingos: directores consolidados y recién llegados.

-Desde luego.

- Lo decía por Miguel del Arco, que estaba entusiasmado de que usted le hubiera llamado para hacer "La violación de Lucrecia".

-Pocas veces he trabajado como con él. Nos entendimos muy bien. Tras el fin del espectáculo nos ha quedado una gran amistad.

- La cultura madrileña está que arde.

-Me he pronunciado muchas veces sobre el asunto: sí, es un mal momento, pero creo que pasará. Todo los malos momentos pasan, pero no quiero ahondar más, no quiero ponerme pesada.

- Se lo decía porque parece que sólo pasan cosas si suceden en Madrid.

-Tiene razón. No le puedo ayudar mucho. Cuando llego a Gijón, dejo la maleta en la habitación del hotel, me voy al teatro, hago el ensayo general, hacemos la función. Me llevan a cenar y luego vuelvo al hotel. Así no tengo posibilidad de saber qué está sucediendo en Gijón o en cualquiera otra parte.

- ¿Tras año y pico de representaciones siguen haciendo ensayos generales?

-Desde luego. Es importante adaptarse a los espacios. Probamos nuestras voces, la sonoridad del teatro, las nuevas entradas, las salidas de escena. Tenga en cuenta que nosotros tenemos mucho trabajo en el cambio de los decorados. Por eso siempre volvemos a ensayar.

- ¿Qué es lo mejor de ser actriz?

-Llevamos una vida ajena a la burguesa o a la obrera: tenemos una visión del mundo más libre. Las mujeres conseguimos la igualdad en el teatro antes que en otras profesiones.