Una manera excelente para adentrarse en la película y la historia de Dunkerque es el libro del mismo título firmado por Joshua Levine (editado por HarperCollins), una inteligente mezcla de relato histórico de gran amenidad sin descuidar el rigor y, al mismo tiempo, de crónica cinematográfica que permite conocer a fondo los entresijos de un rodaje altamente complicado y las ideas de su director, Christopher Nolan, con una larga entrevista que da muchas claves sobre la visión del cineasta de un episodio histórico que le obsesionó desde muy joven. Levine habla con conocimiento de causa porque fue asesor histórico de la película.

Anima Levine a visitar Dunkerque "a todo aquel que esté interesado en la historia de la evacuación. Caminar por las playas y recorrer el espigón, explorar el perímetro defensivo en el que las tropas británicas y francesas mantuvieron a raya a los alemanes, visitar el estupendo Museo de la Guerra, el conmovedor cementerio y la iglesia de Saint-Éloi, con sus paredes acribilladas de balazos y metralla... Son cosas que hacen que lo ocurrido en mayo y junio de 1940 cobre vida de nuevo. El paisaje conserva dentro de sí la historia y rellena las lagunas que no suplen las palabras".

Asesorar a Nolan "fue un auténtico placer, en parte porque disfruté conociendo a tantas personas interesantes y entusiastas, pero sobre todo porque el filme recrea de un modo excepcional un fragmento de la historia infravalorado en la actualidad". Y explica "los desvelos del director, la productora y los jefes de departamento por ser lo más fieles posibles a la realidad histórica. Su labor ha permitido recrear el espíritu de la evacuación con una viveza y fidelidad que considero inigualables. El resultado nos permite experimentar la historia tal y como fue: una ardua y desesperada lucha por la supervivencia que impidió el triunfo de la tiranía. No puede haber nada más importante. Desearía que todos recordáramos, al ver la película, que sin los verdaderos Tommy, George y Alex hoy en día viviríamos en un mundo mucho más sombrío. Y algunos de nosotros no existiríamos".

En la entrevista, Nolan cuenta cómo tanto a él como a Emma (Thomas, productora) les extrañaba que "nadie hubiera hecho una película, por lo menos en las últimas décadas, porque es una historia grandiosa. Muy universal, a mi modo de ver. Así que leí muchísimo, estuve dándole vueltas a cómo podía plantear la película y a por qué nadie lo había intentado hasta entonces. Y finalmente llegamos a la conclusión de que se debía a que Dunkerque fue una derrota. Y a que sería una película muy cara de producir. Muy aparatosa. Es una historia épica, da igual cómo la estructures. Nosotros tratamos de abordarla de un modo muy íntimo, pero de todos modos es una epopeya, así que para ponerla en marcha hacían falta los recursos y la maquinaria industrial de Hollywood, y conseguir canalizar esos recursos para contar la historia de una derrota, por épica que sea, resulta un tanto difícil".

Lo que más les atraía de la historia "era precisamente que no se trataba de una victoria ni de una batalla, sino de una evacuación. De una historia de supervivencia. De modo que no la veo como una película de guerra. La veo como una historia de supervivencia. Por eso no se ve a los alemanes en pantalla y por eso está planteada".

Es una película de suspense, afirma el cineasta, "pero tratamos de llevar el suspense visceral lo más lejos posible. De modo que sí, indudablemente te adentras en el lenguaje propio de las películas de terror". Cuando empezó a escribir el guión utilizaba constantemente la palabra "nazi" y hacía que la gente "se refiriera a los alemanes en los diálogos. Quería recordar continuamente al público actual lo malvado y terrible que era el enemigo y llevarle de la mano. Pero luego, en algún momento, creo que fue hablando con Mark Rylance, que fue el primer actor en sumarse al proyecto, me di cuenta de que, ya que había decidido no mostrar en ningún momento a los alemanes, tampoco tenía sentido referirse a ellos de palabra. Las medias tintas no son buenas". O sea, que "o tratas de abarcar toda la maldad y la ideología nazis, o tienes que eludir por completo ese aspecto no mostrando a los nazis, convirtiéndolos en cierto modo en entes subliminales, en un peligro que acecha siempre fuera de la pantalla".

Como el monstruo de Tiburón: "Puede que veas la aleta, pero no ves el tiburón. De esa forma, tu mente, e incluso tu sentido ético a la hora de decidir con quién te identificas en la película, los convierte automáticamente en lo peor que puede haber".