Si hay locales hosteleros con historia por los pueblos de Asturias, Casa El Chato, en La Nueva (Langreo), es uno de ellos. En la misma localidad minera donde hace unos años abrió sus puertas el Ecomuseo Minero Valle de Samuño, en las remozadas dependencias del pozo San Luis, inició una nueva andadura en 2014 este local entrañable, bar de pueblo de buen comer, "de los de toda la vida", fundado en su día por Celso Cepedal González, minero él y conocido por el apodo de "El Chato", y su mujer, Victorina Ferreiro, artífice de las bondades culinarias que servía a su fiel clientela, y que contó como mejor alumna y a su vez gran cocinera con su nuera Telvi Fernández Díaz, casada con Celso, hijo de los anteriores.

"Durante 40 años trabajé con mi suegra, algo que siempre me gustó porque esto tienes que hacerlo con cariño, y eso se nota. En este tiempo los platos que cobraron mucha fama son los callos en temporada, las almejas a la marinera, los platos de caza de toda la vida, la fabada y el pote, entre otros", recuerda esta mujer no sin cierta nostalgia.

Cuando Telvi se retiró de los fogones el local cerró durante ocho años y fue curiosamente la crisis, que afectó a sus hijos, la que motivo que éstos cogieran de nuevo las riendas de Casa El Chato y, tras un buen remozado del local, eso sí, sin perder su esencia, lo reabrieron con gran éxito hace algo más de tres años. Al frente de los fogones está Ana Belén Ochoa, quien, como Telvi en su día, y desde muy joven, ya entraba en la cocina del bar y aprendió junto a ella los secretos culinarios que le dan fama. Por su parte, Alberto y Yolanda Cepedal, sus hijos, están al frente del comedor, la barra y la terraza, lo cual no quiere decir que no se manejen en la cocina; de hecho, Alberto tiene muy buena mano para la fabada y Yolanda con los postres.

Tienen un menú de fin de semana a 16 euros, donde se pueden encontrar, entre otros platos y dependiendo del día, fabada, arroz con calamares, paella de marisco, pote, tortos con bacalao, cabrito o lechazo guisado, rabo de toro, carrilleras ibéricas, bacalao en salsa o picadillo casero con huevo frito y salsa de cabrales. Entre los postres, tarta de arroz con leche, de chocolate, de turrón o pudding de manzana y almendra. Los meses de julio y agosto también tienen menú de lunes a viernes a 9,5 euros. Por encargo preparan cachopo, tanto el tradicional como el de picadillo y queso azul; merluza a la cazuela o a la sidra, arroz con rabo de toro y boletus, frixuelos rellenos de marisco, verdines con centollo o los callos y la caza en temporada. También, y por encargo, realizan espichas.

El local ye pequeñín, guapo y afayadizu, con espacio para unos treinta comensales, además de tener una buena terraza donde la clientela prefiere comer llegado el buen tiempo. En fin de semana mejor reservar en el 985682607. Cierra el lunes por descanso. Se puede aparcar por el pueblo.