En ningún otro lugar resulta tan entretenido y fácil viajar como los es por el viñedo alsaciano, origen de algunas de las mejores uvas blancas del mundo. La genuina ruta del vino marcada por preciosas y bien indicadas carreteritas locales y departamentales se extiende a lo largo de algo más de cien kilómetros de sur a norte entre Thann, cerca de Mulhouse y de Basilea, a Marlenheim, al oeste de Estrasburgo, hasta el aislado enclave norteño de Wissembourg. Pero es en el área de Colmar donde se encuentran probablemente los pueblos más hermosos y las hectáreas de viñedos más fructíferas. La oscura y protectora mole de los Vosgos frena las lluvias del Atlántico y crea el microclima ideal para la viña, con la menor pluviometría de Francia, inferior incluso a la del Languedoc. Con más calor y sequedad, los vinos son bastante diferentes de los del vecino Rin alemán: amplios, aromáticos y potentes. En una tierra que parece expresamente creada para la viticultura se suceden aldeas medievales, cada una más encantadora que la otra, iglesias que despiertan de todo menos gravedad, viñas espectaculares sobre empinadas cuestas y bodegas familiares que ofrecen sus vinos al visitante.

Alsacia mantiene tres denominaciones de origen, siempre seguidas del nombre de la variedad de uva: Alsace (genérico), Alsace con subdenominación de un municipio vitícola, y los lujosos Alsace grand cru. Estos provienen de 50 viñas de excepcional calidad. Entre otros domaines figuran en la lista de notables Altenberg de Bergheim, Brand, Furstentum, Saering, Hatschbourg, Rangen, Mambourg, Hengst, Pfingstberg, Gloeckelberg, Wiebelsberg, Schlossberg y Steinert. Este último, de Pfaffenheim, de la cooperativa vinicola más comprometida de Alsacia, fundada en 1957, destaca como Hugel et Fils, de Riquewihr, por ser elegante y poco sobrecargado.

El grand cru sólo se otorga a los vinos de cuatro variedades blancas: riesling (noble y de gran densidad, para envejecer casi eternamente), pinot gris, gewurztraminer y muscat (un moscatel de grano menudo). Con la pinot blanc, la auxerrois, la klevener y la sylvaner, se hacen otros vinos. Lo mismo que se están consiguiendo ya grandes resultados con la pinot noir en una tierra tradicionalmente vinculada a los blancos. Pero el gran factor determinante, además del microclima, son los suelos variables. En la era terciaria ya eran numerosas las fracturas tectónicas, calizas que confieren calidad al vino alsaciano. Cada municipio de las rutas de los viñedos puede jactarse de contar con al menos cuatro o cinco formaciones distintas de suelo y subsuelo.Y cada productor, sobre todo en lo que atañe a los grandes pagos (grand cru), se esfuerza en indicar de qué tipo de parcela procede el vino que uno está bebiendo. Lo mismo que el grado de azúcar. Los vinos secos se aprecian de manera especial, como un elemento distintivo de la región, frente a los más dulces.