Los bosques sombríos de la Selva Negra, con sus lagos abismales, carreteras serpenteantes y pueblos de cuento, tienen su contrapunto festivo en la franja que se extiende entre el Rin y las frondosas elevaciones, donde surgen los viñedos del Markgräflerland, el Kaiserstuhl, Tuniberg, Brisgovia o el Ortenau. Hasta este mar de cerveza llegó también el espíritu de Dionisos de la mano de los romanos, que ya hace dos mil años tomaban las aguas en lugares como Baden-Baden, ahí el emperador Caracalla. Menos conocidos que los de la vecina Alsacia, al otro lado del Rin, los vinos de Baden merecen un acercamiento, aunque sólo sea para recorrer unos bonitos escenarios donde el turista aún puede moverse con libertad.

La ciudad universitaria de Friburgo, con sus Bächle (canales) y su imponente Münster (catedral), es uno de los puntos cardinales de la región. Celebra todos los veranos una feria del vino , y sus plazas se llenan de puestos de todo tipo.

Al noroeste de la ciudad está el Kaiserstuhl, literalmente "el asiento del emperador", una serie de pequeñas elevaciones -la mayor, el Totenkopf (La Calavera), tiene 550 metros- a cuyas laderas se agarran las viñas junto a pueblos como Vogtsburg, Endingen, Sasbach o Burkheim, éste con su traza medieval, a los pies de la ruina de un castillo del siglo XIII, destruido en una de las guerras de Luis XIV. En la plaza de Burkheim hay varias tabernas en las que tomarse un buen vino de Sasbach, con un Schäufele und Schinkenspeck -un surtido de quesos y embutidos- o platos más elaborados. Desde Burkheim, merece una visita la medieval Breisach, que se eleva orgullosa con sus torres sobre el Rin. Al sureste está la elevación de Tuniberg, famosa por sus vinos ligeros.

Al norte de Friburgo se extiende el Ortenau, entre Baden-Baden y Offenburg. Hay algunas pequeñas ciudades que merecen la pena, como Lahr o Gengenbach, con sus imponentes puertas. Pero la joya de esta comarca es Sasbachwalden, un pequeño pueblo rodeado de viñedos donde se producen los vinos Alde Gott (Viejo Dios), en todas las variedades que pueden encontrarse en Alemania, desde la müller-thurgau, a la spätburgunder (pinot noir), la grauer burgunder (pinot gris), la weiss burgunder (pinot blanc), la gewürztraminer o la muy recomendable riesling. Todo el pueblo vive por y para el vino.

A lo largo de los caminos pueden encontrarse pequeñas casetas de autoservicio donde se pueden probar vinos y aguardientes a precios módicos. Y uno siempre puede detenerse en alguna de las gasthaus que hay en la Bergstrasse que sube al lago Mummelsee, con su forma circular perfecta. En la Spinnerhof, por ejemplo, ofrecen la tarta Selva Negra más alta de Alemania.

Baden-Baden recibió durante el siglo XIX y parte del XX a lo más granado de la nobleza europea. De aquella época queda el famoso Casino, donde Dostoievski lo perdió todo y que fue renovado por los nazis en los años treinta, dejando un buen ejemplo de su sentido del gusto. La historicista Trinkhalle o el barrio de los balnearios son alguno polos de visita obligatoria. Los viñedos que la rodean producen excelentes riesling. Finalmente, al sur de Friburgo, hasta la frontera suiza cerca de Basilea, se extiende el Markgräflerland, otra preciosa zona vinícola, donde se da la uva gutedel o chasselas, con la que se elaboran vinos fáciles. Müllheim, Sankt Trudpert o el balneario de Wadenweiler, que aún guarda mucho del esplendor de antaño, son jalones ineludibles.