La casa, ese santuario particular al que cada uno aplica su particular idea de confort, se viste este otoño de tonalidades serenas y elegantes, entre las que se encuentra toda la gama de los grises que mezclan de manera magistral con azules y amarillos.
La inspiración escandinava y la enésima reinterpretación del estilo gustaviano cruzan el charco y se instalan en esos fantásticos apartamentos neoyorquinos enfocados al Central Park. El denominador común está claro: las estancias ganan comodidad y pierden solemnidad.
Y entre todo este batiburrillo de novedades encontramos nuevas piezas que oscilan entre los precios asequibles de la famosa marca sueca de muebles low cost y los muebles que son toda una inversión para generaciones presentes y futuras.
Se llevan los materiales hechos a mano, la madera clara y los tonos monocromáticos. Los nuevos butacones tapizados en terciopelo se inspiran en modelos antiguos y se reinventan para adaptarlos al espacio actual.
Con el gris como base es el momento de experimentar con tonos pasteles con los que se consigue una atmósfera romántica y apacible. El rosa bebé, el albaricoque y el amarillo, desde el limón al mostaza, son opciones ideales.
El blanco, un poco matizado con vainilla, sigue siendo el rey para paredes, molduras y rodapiés. A su lado van los tonos tierra, cremas y ocres que hacen un perfecto guiño a la naturaleza. Si se desea aportar algo de viveza al ambiente, puede optarse por el rojo, que de forma moderada puede quedar rompedor y elegante.
La chimenea de mármol casa a la perfección con la mesa auxiliar de metacrilato y el impecable sofá amarillo, tal como puede apreciarse en la imagen superior. En este tipo de decoración, donde clasicismo y minimalismo también se dan la mano, es importante tener claro un precepto casi sagrado: las alfombras son lisas o no son.
El parqué desnudo, brillante y cuidado, claro está, también luce grandioso en medio de un salón vestido con piezas exquisitas, eso sí, pocas y escogidas.