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La alegría de la huerta

La manzana, aún en el árbol

Las piezas se pudren en la rama, sin caer, a un mes del invierno

La manzana, aún en el árbol

Es un hecho: el cultivo de la manzana este año en Asturias es un caos. Las pomaradas están revolucionadas desde hace unos cuantos meses. Los manzanos, tanto de sidra como de mesa, han visto sus ritmos naturales trastocados y el calendario ha saltado por los aires. Así las cosas, la "cosechona" de manzana se pudre en los prados, mientras unos árboles lucen aún a estas alturas cargados de fruta y otros, a pocos metros, están ya con sus ramas peladas, sin hojas, aguardando el invierno.

El problema de la manzana de sidra, un excedente que no se sabe muy bien cómo aprovecharse o siquiera si será aprovechado, es grave para los productores profesionales. Los caseros lo tiene más fácil adaptándose al calendario, no les queda otra, y buscando usos a su fruto sobrante: desde dejar el que está en peor estado para comida para los animales (ojo con los jabalíes, que pueden acudir atraídos por el olor y destrozar las pomaradas) hasta incrementar la producción de sidra dulce, que siempre viene bien para los amagüestos. Aunque ésta hay que consumirla rápido, no queda más remedio, y con las temperaturas suaves que trae este otoño es fácil que se estropee más fácilmente.

Con la manzana de mesa es otro cantar. Encajar en el mercado piezas feas, dañadas o en mal estado debido a que han permanecido más tiempo del debido esperando a ser recogidas o almacenadas es más difícil. Este tipo de fruta, de consumo directo, por muy buena y sabrosa que sea, es rechazada por un consumidor que inconscientemente mete a la cesta las piezas inmaculadas, limpias y casi perfectas. Con todo, no es el caso este año en Asturias con la manzana: la que llegó en tiempo hace ya más de un mes destacó por ser grande y sin apenas daños.

Pero aún queda mucha en los árboles, lógicamente, no de tanta calidad como la primera, e incluso hay piezas que se pudren en la rama, sin llegar siquiera a caer al suelo. Con estas remesas de última hora no queda más remedio que asumir que se perderá. Dejar que se caiga y pudra lentamente en el prado.

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