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Comidas y bebidas

Arceas, un placer tan misterioso como esquivo

Arcea a la brasa con calabaza y frutos rojos, de Pello Noriega.

Hay pájaros especiales y luego está la arcea. Además de los múltiples nombres que adquiere, dependiendo del lugar -arcea en Asturias, en otros lugares chocha, sorda, gallinuela- a la misteriosa y escurridiza becada se la conoce también por "la dama de largo pico" o "la divina". Sus admiradores han aprendido casi todo lo que se puede saber de ella, sin embargo, como también conocen los cazadores más avezados, nadie es capaz de adivinar cuándo aparece y desaparece. Se trata de un misterio.

Es muy desconcertante la becada. Por si todas las rarezas del mundo no fuesen suficientes para describirla en su singularidad, es la única ave de todas la que existen, junto a la oca salvaje, que no tiene versión masculina. Zancuda migratoria, de pico largo y flexible y patas cortas, se alimenta de los gusanos que encuentra a su paso hurgando por el bosque y camina más que vuela. No se deja ver, su plumaje tiene el color de las hojas secas y por ese motivo suele pasar desapercibida. Escasea, por eso es un pájaro tan raro como exquisito.

Aunque su comercialización está prohibida desde hace tiempo, la alta cocina le tiene reservado un lugar de honor con el salmis o salmorejo, el relleno de trufas de Dumas, o la bécasse sur canapé, de tradición franchute. Hay quienes sostienen que vaciar la becada no es la mejor de las ideas, otros dicen que resulta indigno hacerlo. Su intestino contiene una sustancia que braseada, junto a un poco de foie gras y un chorro de coñac o de armañac, se puede untar en una rebanada de pan. Es la famosa bécasse rôtie sur canapé.

En Castru el Gaiteru, Pello Noriega también recurre a sus célebres brasas para cocinar la arcea que acompaña de calabaza y frutos rojos. Nacho Manzano, en Casa Marcial, la asa entera, sin eviscerar, para que no pierda sustancia, y le suele añadir hongos crudos, remolacha asada y un bizcocho de algas para mantener esa caprichosa y corta distancia que separa la montaña del mar en El Sueve. En el salmis de Marcos Morán, Casa Gerardo, las entrañas, junto con el chocolate, el caldo, la cebolla y el vino blanco forman parte del guiso, un proceso lento y delicado de cocción, tal como merece una dama tan divina y de esa alcurnia. Ricardo González Sotres, en El Retiro, su restaurante de Pancar (Llanes), presenta la arcea en el plato de manera canónica, por piezas, los muslos, las pechugas y la cabeza con los sesos y el sobresaliente pico, acompañada del jugo del guiso, y la tostada con el paté de los higaditos. La arcea recibe un buen trato por parte de los cocineros venatorios asturianos.

Además de la finura comestible que la embarga, la becada despide también luces poéticas, como la de esa pequeña pluma que media en la curva del ala, tan fina y sólida a la vez, que durante un tiempo recibió el nombre de pluma del pintor. Los pintores la utilizaron para plasmar pequeños detalles en sus telas, y los relojeros para engrasar los mecanismos más diminutos de sus piezas.

La literatura le reserva también un hueco en un célebre relato de Guy de Maupassant, titulado con su nombre, La Becada, donde el escritor francés cuenta la soledad del barón Ravots, un viejo cazador que sufre una parálisis que le impide practicar su afición. Los sirvientes, cuando hace buen tiempo, lo conducen en un sillón al porche, uno de ellos carga las escopetas, otro suelta palomas. Así pasa los días. Durante la temporada, todos los cazadores del lugar están invitados a un ritual, cada uno de ellos come una becada y le da la cabeza al barón. Impulsadas desde una botella, creo recordar, las cabezas giran y en el instante en que el prominente pico del pájaro apunta a uno de los cazadores, éste recibe el encargo de contar una historia.

El vino se explica . Rodolfo Castro Galiana, periodista y fundador de la consultora Castro Galiana, ha escrito un libro, La comunicación del vino, que viene a pulsar la presencia en los medios informativos de las denominaciones de origen vinícolas, las bodegas, las referencias y las añadas. Su autor cree que el vino ha superado en este país muchos retos pero que la divulgación del producto permanece aún algo estancada. Arrima el ascua a su sardina y propone al sector que se renueve y fortalezca las estrategias de información. Castro ya ha empezado a hacerlo con un exhaustivo trabajo documental e identificativo.

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