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Las lecciones positivas de "El buen maestro"

El francés Olivier Ayache-Vidal debuta como director con una historia "amable" con la que quiere rescatar la idea de "aquel profesor que todos tuvimos y nos hizo amar el colegio". Es El buen maestro, una comedia "humanista", dijo esta semana en Madrid, que viene cargada de guiños al cine "de instituto", que va de "El club de los poetas muertos" a la más cercana "La clase", del también francés Laurent Cantet.

"En Francia no tenemos problema con el dinero, medios hay; de hecho, en la película se ve que el colegio es fantástico, dispone de todos los medios y hay una ratio de 24 alumnos por aula; no, el problema es que los profesores que se envían a los sitios más difíciles no están formados".

"Todo el mundo recuerda un buen profesor en su historia que le hizo amar el colegio", apunta el director.

Y ese profesor es François Focault ( Denis Podalydes), catedrático de Lengua y Literatura en un instituto pijo de París, famoso por no pasarle una a sus alumnos; soltero, sus más de cuarenta años han estado marcados por la disciplina de un padre modélico, además brillante escritor.

Una casualidad le sitúa en la tesitura de poner en práctica sus teorías para mejorar la educación en los centros de la periferia, poblados de alumnos inmigrantes, que el sistema deja en manos de maestros inexpertos que no saben enseñar con autoridad.

Con la excusa de hacer un informe ministerial, el profesor se sumerge en la vida de sus alumnos a los que agita hasta llevarlos a su terreno; el lenguaje, los clásicos, la cultura, pasan, por arte de la dedicación de un maestro, a formar parte de la vida de los chicos de los suburbios.

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