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"9 dedos", cine amartillado de Ossang en Cinemateca

Los cinéfilos tienen una cita ineludible el domingo en la Laboral Cinemateca: a las 19.00 horas se estrenará 9 dedos, la última creación del cineasta francés F. J. Ossang, que mantendrá un encuentro con los asistentes junto a la actriz Elvire. Una ocasión excelente para conocer de primera mano las claves de un creador singular de aristas enigmáticas, deudor de los maestros más clásicos a los que lanza una mirada muy personal: una transfusión de sangre nueva a un género antiguo con las arterias algo atascadas.

Ya desde las primeras escenas queda claro que el oscuro objeto del deseo ossangiano es mover la fichas sobre el tablero para desorientar las expectativas del espectador. Prepárate para lo inesperado en circunstancias que has visto muchas veces. Y no se queda corto a la hora de rendir tributos que olisquean el olor a podredumbre humana. Como juego de referencias cruzadas podríamos buscar ecos acuáticos del Orson Welles de La dama de Shanghai (tiburones que se devoran entre ellos, recuerda) y de Sed de mal. Pero también de Tourneur, claro, y de Lang, Dassin o Melville. Palabras mayores. Y apuesto mis gafas de sol a que hay un homenaje acristalado al Takeshi Kitano de Brother. El silencio de un hombre se apodera de la pantalla con resabios expresionistas y no es extraño que el nombre de Murnau no sea tomado en vano y que haya un plano de un rostro esculpido en fuego que recuerda a la señora Danvers en la rebeca hitchcockiana. No hay gestos de más. Las palabras se cuentan con los orificios de un revólver. Escenas cortantes, cortadas a pelo. Despedazar un cadáver se convierte en una sangrante metáfora de ese viaje al corazón de las tinieblas en el que no falta ni Kurtz ni un buque fantasma donde todo es lo que no parece. Rodando al filo del acantilado siempre, Ossang merodea los territorios fatalistas de lirismo brutal del gran novelista David Goodis, tan adorado en Francia, para golpear duro con su puño de 9 dedos antes de acercarse al final de la escapada.

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