Primavera atípica para las huertas asturianas ésta de 2018, aunque después de tantos años de vaivenes meteorológicos puede que hasta los cultivos estén acostumbrados para cualquier imprevisto y sepan ya adaptarse de un día para otro a lo que toque: sol, lluvia, granizo, frío, ola de calor... Por estas fechas lo habitual es que las pomaradas estén completamente blancas o rosadas, gracias a la flor del manzano. Pero más bien es lo contrario y, como mucho, aparecen tímidos brotes a los que les quedan unos cuantos días por despuntar hasta convertirse en capullos y abrirse en flor. No obstante, hay manzanos ya floridos (en el interior de Asturias más que en la costa) y estos pueden incluso convivir en una misma finca con otros a escasos metros completamente desprovistos de hojas o con ramas con pequeños brotes.
Son las consecuencias de la primavera tardía que, si bien no ha de preocupar a los horticultores aficionados, les obligará a reorganizar el calendario de cultivos y retrasar planes. Si por abril es habitual llevar a la tierra plantones de lechuga, cebolla o calabacín, puede que muchos ya entrado mayo no se hayan atrevido. No pasa nada: los expertos en la materia aconsejan incluso esperar a que el buen tiempo se asiente -las previsiones apuntan a la próxima semana- y que la subida de temperaturas se consolide. No es que vaya a dejar de llover, pero el sol calentará algo más y aparecerá de forma más habitual a partir de mediados de mayo, lo que favorecerá los citados cultivos de temporada.
Así las cosas, las tomateras también tienen que esperar. Sobre todo, aquellas que no vayan a cubrirse en la huerta. De apurar en mayo a plantarlas hay un alto nivel de posibilidades que se mueran de frío o a causa de las nieblas matinales tan demoledoras para el tomate en Asturias. No hay que tener miedo: bien entrado el mes de junio es más que suficiente para animarse con los tomates. Además, puede que para entonces aún se sigan recogiendo arvejos, pues estos van también retrasados.