La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Dadá, sí, sí, surrealismo, también

Lo mejor del arte que revolucionó el siglo XX en la muestra madrileña del Palacio Gaviria

"Sala Mae West", el montaje de Salvador Dalí, reconstruido para la muestra por Óscar Tusquets.

Hubo un tiempo no demasiado lejano en que dadaístas y surrealistas redefinieron las formas de ser y de percibir el mundo. Como cuenta Jed Rasula en su esclarecedor libro sobre el movimiento dadá, los que fundaron el Cabaret Voltaire en Zurich, en 1916, habían visto derrumbarse el suyo a causa de la Gran Guerra. Cuando dadá abrió los ojos, vio la luz en medio de toda la calamidad que ensombrecía Europa. ¿Qué hacer?, se preguntaron. La respuesta fue aferrarse al movimiento con la desesperación de un náufrago a una tabla de salvación. Para los artistas rumanos del Cabaret, que dejó paso a otros retoños; entre ellos, para Tristan Tzara, “da, da” era decir “sí, sí” la expresión coletilla de cualquier tipo de cháchara.

El dadá fue reduciendo la expresión artística a la sencillez que finalmente sugirió las obsesiones de su criatura: el surrealismo que llegó de la mano de Breton. Esa tenue línea de compromiso que separa a los dos movimientos artísticos más vanguardistas del siglo pasado se percibe con claridad en la exposición que se puede ver en el Palacio Gaviria de Madrid hasta mediados de julio. “Revolucionarios del siglo XX” dispone de más de 180 obras y montajes, procedentes del Museo de Israel de Jerusalén, fruto de la maravillosa generosidad del poeta y marchante de arte milanés, Arturo Schwartz, que en su día donó la mayoría de piezas de su propiedad.

La extraordinaria retrospectiva madrileña reúne a Duchamp, Magritte, Dalí, Ernst, Tanguy, Man Ray,_Picabia, Calder, Blumenfeld y Janco, entre otros artistas que redefinieron la sociedades de su tiempo con sus creaciones. Romper con el pasado e inventar un mundo nuevo fueron los dos grandes objetivos artísticos y literarios que abarcan dadaísmo y surrealismo. La muestra del Gaviria lo explica y razona convenientemente valiéndose de varias secuencias estupendamente ordenadas: “Yuxtaposiciones maravillosas”, “Deseo: musa y abuso”, “El automatismo y su evolución”, “Biomorfismo y Metamorfosis”, e “Iusión y paisaje onírico”.

Otro de los grandes atractivos de la muestra, dirigida por la comisaria Adina Kamie-Kazhdan, son las obras maestras “El castillo de los Pirineos” (1959), de René Magritte, la colosal y misteriosa roca, coronada por un castillo que flota ingrávida en mitad del océano; “Ensayo surrealista” (1934), de_Salvador Dalí y “Retrato de la Marquesa Cassati” (1922), de Man Ray, quien dijo aquello de que “Dadá no podía vivir en Nueva York, porque toda Nueva York es dadá, y no toleraría un rival en el mismo vencindario”. Además de dos característicos montajes que sirven para definir la eclosión surrealista: la famosa Sala Mae West, del genio de Cadaqués, y la instalación “1200 sacos de carbón”, ingeniada por Marcel Duchamp para la Exposition Internationale de Surreálism, de 1938. Con ellos sobre su cabeza se despide el visitante de la muestra.

Compartir el artículo

stats