La casa se emplaza en una zona rural de la comarca del Umia, con viviendas aisladas rodeadas de construcciones auxiliares como pajares, hórreos y graneros. En un terreno estrecho y alargado, bastante plano, con orientación al valle y a la montaña al Este y el Oeste. Los propietarios querían una vivienda en la que la madera fuese la protagonista, así que esta idea llevó a José Luis Recuna Cuíña y José María Fernández Dapena a proyectar una construcción realizada totalmente con este material, ecológica y sostenible, adaptada al paisaje y al entorno.

Tanta es su integración que los arquitectos quisieron que el volumen "sugiriese las construcciones de los graneros, con diferentes escalas y juegos de luz en el interior que articulan las diferentes zonas", explica José Luis Recuna.

La estructura se dispone sobre el terreno sobre dos zapatas de hormigón que la elevan unos centímetros del suelo; la casa flota para evitar humedades y convertirse en un acogedor refugio campestre. La sensación flotante se incrementa por la cálida ingravidez que proporciona la madera, un material ligero que ha permitido "jugar" a los arquitectos con inclinaciones en los paramentos, que casi rozan, se acercan y generan sensaciones acogedoras de abrigo.

Es el caso del hall de entrada, de la planta superior o del porche que continúa en el exterior el amplio espacio de estar interior y, en general, de todo un conjunto en el que la naturaleza pasa a formar parte de la vida diaria de los moradores.

La concepción de la edificación es totalmente ecológica y con materiales sostenibles. Los aislantes, por ejemplo, son derivados de la misma madera, "con fibras hechas con los desrames de las limpiezas de los árboles y con celulosa inyectada, fabricada con papel de periódico triturado,a la que se le añaden sales bóricas para hacer el compuesto ignífugo y protegido contra los insectos", aclara Recuna.

Asimetría

La vivienda se sitúa lo más próxima al linde Este para dejar mayor ancho en la zona de la finca hacia el Oeste como espacio de esparcimiento. Se dispusieron las dos aguas de la cubierta de forma asimétrica, de manera que el faldón que mira hacia el Este se convierte en la propia fachada, que establece un diálogo con la montaña próxima.

Es una cara en la que las ventanas se disponen arbitrariamente y en ocasiones actúan como ojos que observan las cumbres y por donde entran los rayos del sol naciente. En la cara opuesta la solución es otra: grandes ventanales acristalados y correderos que comunican visual y físicamente con el terreno de esparcimiento.

En el interior el mobiliario lo proporciona la propia arquitectura.

El espacio está organizado en diferentes áreas €comedor, cocina, sala€ sin que nada entorpezca visualmente la continuidad, lo que unido a la inclinación de los paramentos y a las cristaleras llenas de luz proporcionan una sensación casi aérea y al tiempo cálida. La escalera permite el paso a la planta superior, donde se ubican los dormitorios y una zona de lectura.