Hoy les mostramos una obra de Alberto Rubio en colaboración con el mismo equipo prácticamente que realizó la fantástica obra que les mostramos hace unas semanas con el título Rock Star. Sebastián Muntaner, Tito Reyna, el aparejador Xisco Pascual, supervisor y encargado de la concepción del diseño de planos en tres dimensiones, Mateo Moyá, a cargo del cálculo de estructuras, y un equipo de diseñadores dirigidos por la propietaria han conseguido crear un espacio bellísimo, único, que realmente logra volar por el mundo multiplicándose.

El espíritu de la obra está definido por el acantilado de piedra arenisca situado sobre la Bahía de Palma, presente en forma de marés, como material básico, e inspirador desde el inicio. El marés fue el material con el que se construyó la ciudad de Palma desde sus orígenes, ya en la Edad Media. Antes incluso de la época musulmana y romana ya se utilizaba y se extraía de estos lugares tan complicados a priori. Seguramente, porque eran más fáciles de transportar los bloques de piedra por mar antes que por tierra se generaron estos espacios fabulosos, inauditos, inaccesibles y bellos en acantilados devenidos en miradores. La piedra de marés se ha convertido en primordial, recibiendo un trato preponderante junto a otros materiales característicos del mediterráneo.

La posibilidad de construir en un acantilado, una casa pájaro con las alas extendidas, de tal forma que el edificio pareciera estar a punto de volar, es una idea poética pero sencilla que sirvió de guía para organizar el proyecto. Estas cosas aparentemente imposibles o fuera de lugar como es una casa que vuela ha llegado al corazón de la gente de una manera sorprendente, hasta límites inimaginables, en un efecto global que ha contagiado continentes con el simple gesto de querer hacer volar un ladrillo. Todo hecho con elementos de gran fuerza local. El primero, el paisaje, que ha sido el gran definitorio para crear las casas pájaro, que se adaptan al terreno, que se construyen en todo el mundo, pero que han sido creadas aquí. Conviene recordarlo.

Al ser una casa con un eje muy definido, que es el de acceso, podemos decir que entramos por la cola del pájaro, y salimos por la cabeza, hacia el mar. A los lados se distribuyen las zonas de dormir, privadas, en el centro la zonas comunes, cocinas y de servicio. Una continuidad que mediante terrazas vivibles durante al menos seis meses al año nos conducen al mar. Vivibles con pequeñas ayudas como una chimenea que acompaña a la familia durante sus aperitivos, incluso en diciembre, en mangas de camisa sobre el mar. Las temporadas de residencia en la isla se han alargado en los últimos años. Mallorca hoy es lugar de residencia de referencia a nivel mundial. Se ha subido la categoría de los edificios, hacerlos mejores ha generado calidad y confort visual para todos. La gente quiere a estas casas porque se identifica con ellas. Las llaman gaviotas, como si siempre hubieran estado ahí.

Se entra por la cola -un puente-, por arriba se camina, por abajo circulan los coches. Entras en el centro y ya adivinas las formas sensuales y sugerentes que te invitan a acceder. Esa atracción se va descubriendo por etapas, sin una visión completa. Primero, una zona de recepción con unas escaleras en espiral que nos llevan de un lugar a otro con absoluta naturalidad. Hacia las habitaciones ideadas para una familia con muchos hijos, cada una con su mundo, su personalidad y organizadas en torno a un pasillo circular. La vida es un círculo.

Techos en diálogo

Hay en la fachada un diálogo entre la planta circular y los techos que van en una línea recta. Un techo que protege. Un techo es una casa. Protege del sol, de la lluvia, da calidez. Por eso cada vez que en una obra se llega al techo se organiza una paella, para celebrar esa protección, no solo de la lluvia, también del universo, de las estrellas. El hombre desde que salió de las cuevas construye techos para protegerse del mundo.

Los clientes son fundamentales en el proceso de creación. En este caso más. Una mujer maravillosa enamorada de la isla que ha sabido transmitir su energía al proyecto. También sus cuatro hijos, de los veintitantos a los siete años, han querido formar parte de este sueño. Estas casas conectan bien con su mundo.

En las tripas del pájaro están los salones, y el corazón, la cabeza, el pico, vienen por añadidura en una armonía especial. En una de las alas las terrazas duplican el salón. Pero la distribución viene determinada por la topografía. También los jardines en la parte delantera derecha y la piscina, símbolo de las vacaciones, en la zona central, muy cercana, muy inmediata, muy presente. Da color, frescura, sonido. En invierno es un magnifico foco de luz, la piscina deviene en lámpara, en cielo invertido, donde el pájaro se refleja.

El jardinero Brian Wesley ha sido el artista capaz de conocer las necesidades del lugar. Tiene una visión muy sutil de la jugada. Un elemento fundamental. Ha creado un gran espacio de césped central, espacios escalonados en los laterales convertidos en un paraíso. Un sueño que da una muy buena impresión.