Esta vivienda de ensueño, fusión entre la esencia rural y la minimalista, se encuentra situada en la localidad de Sabugo de Otur, un núcleo rural costero próximo a la villa de Luarca en el concejo de Valdés en Asturias. En este entorno abundan las viviendas unifamiliares dispersas de carácter agrícola y ganadero, que se asientan en el territorio según una disposición irregular.

La vivienda forma parte de un universo rural que conserva un patrimonio natural propio de la rasa costera occidental asturiana en el que conviven playa y montaña y en el que las casas son austeras poco dadas al exhibicionismo y que presentan volúmenes puros y rotundos y con cubiertas a dos aguas con acabado de pizarra.

En este proyecto de arquitectura y decoración diseñado por los arquitectos Álvaro Tagarro Díaz y Rodrigo de Miguel Martínez de Tejada de Tagarro-De Miguel Arquitectosse quería recuperar la memoria de la pequeña vivienda familiar, que había vivido mucho, era recuerdo, infancia, ilusión, pero ahora necesitaba vivir distinto, ver más.

Presentaba un volumen discreto, compacto, exquisito en su modestia y austeridad, una arquitectura adaptada al medio, a las necesidades y a las limitaciones; pero en su interior resultaba ensimismada, oscura, sobreprotegida del entorno maravilloso que la rodeaba, negando el exterior. Necesitaba respirar y había que darle aire, luz, mar... pero respetando su esencia, su pasado, su memoria.

Se decidió conservar el volumen actual, los muros perimetrales, los huecos existentes y la estructura de cubierta; pero había que derribar la fachada este, la de visuales más amplias, necesitaba abrir los ojos, mirar más allá, sentir más. Se buscaba la visibilidad mediante la invisibilidad del muro.

La demolición de la fachada este, dañar para dar vida, fue la decisión fundamental que estructura todo el proyecto, se construyó una fachada de vidrio y su transparencia permitió que las estancias crecieran, que el límite de la casa estuviera en el horizonte, en el mar, en el cielo, en las montañas..., en definitiva, eliminar para creer.

Como premisa fundamental, se trataba de intervenir con respeto, eliminando lo superfluo, los elementos que restaban pureza, sin reconstruir en absoluto, buscar la libertad sin perder la memoria, encontrar la tranquilidad para poder recordar y respirar.

Interiormente dada la reducida superficie de la vivienda se optó por suprimir los tabiques y crear una única estancia que se desarrolla en tres alturas, comunicando las plantas baja, primera y bajocubierta, un loft en tres alturas.

En la planta baja una pequeña cocina, un aseo y el salón; en la planta primera el dormitorio principal parcialmente en doble altura (donde el promotor no va a dormir sino a soñar como él dice) con un baño abierto a las vistas y el bajocubierta como una estancia para tocar la guitarra y relajarse que termina en una terraza que vuela sobre la fachada para ver el mar y tocar al aire.

Desde el punto de vista material, se ha querido valorar el paso del tiempo que deja huella en la materia, valorar las irregularidades, la rugosidad, las imperfecciones, las texturas, el desgaste, la pátina del tiempo que se podía apreciar en los materiales; en los muros de piedra, en las vigas de madera... como oposición a la novedad tan valorada en la inmediatez actual, al exceso de perfección, de falsa pulcritud; y también como una justicia con la memoria, con los recuerdos, con la energía que había en la vivienda.

La reconstrucción se realizó casi exclusivamente con la piedra y madera existentes e introduciendo como nuevos materiales el acero y el vidrio. El acero en estructura, fachada, carpintería, cubierta del porche pero dejándolo que se oxide durante la obra, dejando las soldaduras vistas, valorando las irregularidades, el proceso de construcción, las texturas, las imperfecciones tan perfectas.

El acero en las ligeras escaleras que prolongan sus peldaños formando una mesa o una encimera, el acero en las carpinterías que suda oxidando las fachadas, el tiempo como elemento vital.

El vidrio, el otro gran protagonista por su mágica transparencia que difumina el límite exterior-interior y por su capacidad de reflejo que captura nubes, cielos y lunas en la fachada, su ligereza en contraste con la pesadez de la piedra y su capacidad de llenar de luz la vivienda, de darle vida.

Exteriormente la remodelación respetó los huecos existentes en la vivienda a excepción de la fachada derribada, pero dándoles distintos tratamientos.

En unos casos se proyectan unos cajones exteriores fijos que impiden ser vistos desde el interior permitiendo un remate irregular de los huecos y eliminando la sensación de límite mediante un trampantojo.

Las ventanas con apertura para ventilación se colocan en el interior de los muros y reducen su marco para que exteriormente se perciba el perfil irregular de los bordes de los muros, siendo huecos iguales a los anteriores su percepción es completamente diferente.

El tratamiento de las fachadas también pone de manifiesto la intencionalidad de valorar el desgaste, de no ocultar añadidos, de mostrar el proceso, así aparecen retoques en las cargas, oxidaciones del acero, que hacen que la vivienda esté inacabada y que será el tiempo poco a poco el que la vaya terminando, que permanezca viva en el tiempo.

En la fachada derribada, que muestra su origen en el recorte perfilado irregular de las piedras desmontadas, aparece el paramento transparente de vidrio, oponiendo la ligereza y perfección del vidrio a la pesadez e irregularidad de los muros de piedra.

El suelo de planta baja en dicha fachada se prolonga desparramándose como si se licuase, como si una vez hecha la herida y permitiendo que la casa respire ésta aprovechara para quitarse la presión y expandirse.

También se buscó investigar con la inestabilidad y así en el porche de acceso que estaba proyectado con más elementos estructurales éstos se fueron retirando probando a dejar sólo una chapa y un pilar en busca de ligereza y de cierto desequilibrio y pandeo.

El proyecto pretendía crear una Refugio que pusiera en valor esa belleza humilde que tienen las cosas sencillas, imperfectas, con memoria, erosionadas por el tiempo. Un caos ordenado que nos invite a ir más despacio y a ver y saborear más.