Las plantas de interior suelen ser originarias de países con un clima más cálido y húmedo que el nuestro, lo que no permite tenerlas en el exterior.

Se pueden catalogar en dos grupos: las plantas que son decorativas por sus hojas, y las que lo son por sus flores. Estas últimas generalmente sólo florecen durante un corto periodo de tiempo y se mantienen verdes el resto del año. En líneas generales, los consejos para su cuidado incluyen mantenerlas a una temperatura de entre 15 y 25 grados Celsius y situarlas en lugares luminosos evitando la acción directa de los rayos del sol. Son muy sensibles a los riegos. Normalmente es suficiente con regarlas una vez cada seis u ocho días, de forma que se humedezca toda la tierra, pero sin encharcarlas: pensemos que se mueren más plantas por exceso de agua que por falta de riego.

La humedad ideal en el ambiente sería de entre el 20% y el 60%, porcentaje muy difícil de obtener debido a la calefacción en invierno y al aire acondicionado en verano, deficiencia que se puede contrarrestar rociando las hojas con agua. La maceta debe ser proporcional al tamaño de la planta, cambiándola a una más grande sólo cuando sea necesario. No por ser más grande el tiesto crece mejor la planta.

Es muy recomendable vigilar las enfermedades que puedan coger debido a que no se encuentran en su entorno natural y hacer tratamientos preventivos de las principales amenazas: ácaros, araña roja y pulgones.

Es necesario nutrir a la planta artificialmente, ya que los nutrientes que lleva la tierra de origen se terminan agotando al cabo de los meses. Su aplicación será estacional, poniendo principal atención en primavera, en época de crecimiento y floración, y es muy importante vigilar las dosis recomendadas por el fabricante para no quemar las plantas, ya que un exceso de abono las perjudica.

Como las plantas de interior no reciben el agua de lluvia y por consiguiente no se limpian de forma natural, será necesario limpiarlas del polvo que se puede depositar en sus hojas.

Las plantas de hoja pequeña o lanceolada se pueden rociar con agua en forma de ducha. Las de hoja ancha se limpiarán pasando por la superficie de las hojas un paño húmedo, apoyándolas sobre la palma de la mano para no romperlas o desgarrarlas.

Y, finalmente, es muy importante saber que cuando una planta se ha aclimatado en un lugar, no se debe cambiar de sitio, pues esto supone un nuevo esfuerzo de aclimatación que conlleva un parón en su crecimiento.