Las polémicas memorias de Arantxa Sánchez Vicario ya están en los escaparates. «Arantxa. ¡Vamos!» contiene confesiones de alto voltaje. «Mi decepción ha sido doble al comprobar que mi hermano Emilio también se ha puesto del lado del resto de la familia», afirma. «De todos, él era la persona en la que tenía depositada mi máxima confianza y mis planes de futuro... Creía que él me podía entender, ya que él tomó la decisión que yo no supe tomar a tiempo: separar a mi padre de sus asuntos financieros».

«No tardé en advertir que mis padres pensaban que yo seguía siendo la niña de catorce años que un día empezó su carrera y precisaba de su tutela», confiesa la ex tenista. «No asumían que me encontraba en otro momento de mi vida y, sobre todo, que me sentía capacitada para tomar mis propias decisiones».

Y recuerda que «cuando pierdes y tienes un entorno que no sabe ayudarte, que no te permite pensar "en positivo", llegas a sentirte culpable. Olvidas que no siempre se puede ganar y arrinconas la frase que los tenistas debemos tener siempre presente: "Only one can win" ("sólo puede ganar uno")... Resulta muy duro que, después de lo que has luchado, tengas que ser tú la que anime a los demás».

Y un recuerdo tierno: «Contaba con un fiel compañero: un peluche que reproducía las trazas del conejo más popular de los dibujos animados: Bugs Bunny. Él fue el único testigo de las muchas lágrimas vertidas día a día, a la hora de acostarme, antes de que el sueño me venciera. Luego, con la almohada mojada por las lágrimas, me dormía abrazada a él buscando cierta protección y, sobre todo, consuelo».