En el Nueva York de principios de 2011 no paraba de nevar y hacía mucho frío. El escritor Paul Auster, encerrado en su casa de Brooklyn, empezó el 3 de enero su nuevo título, «Diario de invierno», una particular autobiografía en la que se observa a sí mismo desde fuera.

Como si de una estrella del cine se tratara, ametrallado por flashes y con negras gafas, el autor estadounidense ofreció ayer una larga rueda de prensa en Barcelona, en la que dijo que su último libro lo concibió como una composición musical, que fue tomando forma mientras pasaban los días porque al principio no estaba «muy seguro» de lo que quería. Ha reconocido que le ha supuesto un gran esfuerzo mirarse desde fuera y que lo ha hecho como ocurre «con los ratones de laboratorio».

«Es verdad -ha precisado- que tengo el impulso de escribir cosas sobre mí y no porque piense que lo mío sea más interesante, sino porque creo que si comparto mis experiencias con el lector, éste se puede ver reflejado». Preguntado sobre la situación actual, ha opinado que el mundo está en crisis: «Pienso que los jóvenes nos están demostrando que la sociedad ha fracasado, que el sistema está roto y lo que toca ahora en este momento único es actuar y pensar cómo queremos vivir en el futuro».