31 de enero de 1975. Ha pasado poco más de un mes desde la muerte de su esposo, Francisco Franco Bahamonde. Carmen Polo, su esposa durante 52 años, también conocida como «la collares», debe abandonar el palacio de El Pardo, su residencia oficial de los últimos treinta y cinco. «Pasados diez minutos de las seis de la tarde, doña Carmen bajó la escalinata del palacio sin abandonar ese porte y empaque tan característicos de su figura. De luto riguroso, negro de los pies a la cabeza, pero con su sempiterno collar de perlas, tres vueltas en el cuello y pendientes a juego y el pelo perfectamente peinado. En el rostro, el velo de la tristeza que se apoderó de ella antes incluso de la muerte de su marido, cuando empezó a intuir lo que se le venía encima y tuvo claro todo lo que iba a perder después de años y años de ser la señora, la primera dama, la número uno en el escalafón social de España».

Con este episodio de la vida de Carmen Polo, asturiana de Oviedo, empieza el libro «La señora del Pardo», de Carmen Enríquez, que publica La Esfera de los Libros y que se presentará el próximo día 20, coincidiendo con el 37.º aniversario de la muerte de Franco. «La Otra Crónica» de «El Mundo» adelantó ayer algunos asuntos de los que trata.

Carmen Polo, según se apunta en el libro, ejerció una gran influencia en la vida pública española durante los 40 años de poder absoluto de su marido. Fue la artífice de un clan familiar en torno al cual giraba toda la vida política y social del franquismo. Participó en los planes para casar a su nieta mayor, María del Carmen, con Alfonso de Borbón, con la esperanza de que su marido le nombrara sucesor en lugar de a Juan Carlos. Era caprichosa, coleccionaba antigüedades y joyas que almacenaba en las fincas y casas que le regalaron durante el mandato de su marido.

El libro habla también del noviazgo, al que el padre de Carmen se oponía. Dos de los hijos de Dolores Tartiere, amiga de la infancia de Carmen Polo, cuentan en «La Otra Crónica» que Felipe Polo no quería ver ni en pintura a «Franquito». «Lo que hacía Carmina para poder ver a su pretendiente era ir a la casa de nuestra familia y asomarse al balcón. Enfrente estaba Paco, en el mirador de la casa de un amigo suyo que le permitía estar allí para ver así, a distancia, a su amada», añaden.

El libro relata que Carmen Polo vivió con «una intensidad inusual la ceremonia de investidura de su marido como caudillo de España, celebrada el 1 de octubre en Burgos, un título que entroncaba con la tradición de la historia antigua de la Península en la que los héroes locales se enfrentaban a luchas desiguales contra los pueblos invasores arropados siempre por el pueblo».

Religiosa de misa diaria, estaba convencida entonces de que era «la consorte del hombre con más poder del país, aunque, eso sí, un país enzarzado en una guerra fratricida y sanguinaria que tenía partido en dos el territorio nacional».